Yi yi

Edward Yang (2000)

 

Me resulta bastante difícil valorar esta película. Cuando termino de verla, pienso que puedo pasar página rápidamente, pero a la vez me encuentro rememorando algunas de sus escenas.

De claro perfil costumbrista, nos encontramos con las vivencias de una familia construidas a partir de NJ, el padre. Una estructura clara que empieza con una boda y termina con un funeral. Pero es la manera de ir sumando información y perspectiva lentamente lo que a porta la sutileza para mantenerte siempre enfrascado. Son pequeñas dosis de vivencias que terminan transportándote al mundo del director.

El principio se me hizo un poco confuso por la cantidad de personajes y por unos subtítulos que dudo que fueran demasiado buenos, aparte de que con las diferencias culturales me da la sensación de que se me escapan cosas. Quizás lo único demasiado exagerado es la sensibilidad artística del niño, pero a la vez a porta mucho, así que bienvenido sea.

La película de Edward Yang es sin duda poco convencional. Después de verla, me dejó con un gusto peculiar, mezcla de fascinación y desconcierto. Siempre me sucede con este tipo de películas, siento que algo se me escapa o que no alcanzo a comprender por completo las verdaderas intenciones de la historia. Sin embargo, es precisamente esta ruptura con las convenciones lo que la hace tan acogedora.

La trama se desarrolla en el contexto de una familia extendida, donde se entrelazan bodas, dramas personales y las pequeñas cotidianidades de la vida. La habilidad de la película para capturar la esencia de la vida cotidiana con tanta autenticidad es algo que siempre me falta, no en este caso. Además, con toda la variedad de historias que hay, ocurre el efecto “juego de tronos” siempre andas esperando a que el cuento se estire por el personaje que más te llama la tensión.

Es un tipo de cine que solía disfrutar, pero debo admitir que en esta era de distracciones constantes, mi capacidad de atención se fue al orto. A pesar de lo bien que fluye la historia y lo profundamente que me sumergí en ella, las tres horas de duración se me hicieron algo cuesta arriba.

Una de las características que más me gusta del cine asiático es su capacidad para mantener los planos generales durante unos segundos más de lo habitual. Esto crea una sensación de intimidad y cercanía con los personajes, como si estuviéramos espiando sus vidas en lugar de simplemente ser espectadores pasivos de una ficción. Además, aprecio el hecho de que la película no nos ofrezca todo masticado, sino que nos invite a reflexionar y plantear preguntas mientras la historia se desarrolla.

Aunque pueda resultar exigente en algunos momentos, la recompensa de sumergirse en este universo mereció la pena.

Se me ha hecho pesadísima, seguramente porque estaba con una energía muy diferente a la necesaria para ver esta película. Concretamente recién llegado de un festival, con la euforia y el cansancio correspondientes.

Son tres horazas de costumbrismo taiwanés, que sorprendentemente no me ha parecido tan alejado del nuestro, pero que hay que estar muy predispuesto para verla con atención.

No ha sido mi caso, por lo que casi todas las tramas han pasado sin pena ni gloria para mi salvo la del niño, que me ha parecido entrañable con su discurso final en el funeral de su abuela, sus fotos y sus reflexiones sobre la vida. Pero cuidado, que todo lo que hace mono a este niño, corre el riesgo de convertirle en un adulto de lo más pedante.

Esta es mi aportación. Siento que sea tan pobre, pero han pasado dos días del visionado y ya he olvidado toda la película. Espero que el resto arrojéis un poco de luz sobre por qué tiene una media de 4.5 estrellas en letterboxd y 8.1 en imdb.

A %d blogueros les gusta esto: