Le otto montagne

Felix van Groeningen y Charlotte Vandermeersch (2022)

 

Ver a gente disfrutar de la naturaleza me hace muy feliz, a pesar de que yo soy esa chica que habla del concepto naturaleza en genérico y no sabría ni por dónde empezar un huerto. Es una película lenta pero que logra mantener una sensación a lo largo de todas las décadas por las que pasa. El 4:3 suma, lo hace todo estilo fotográfico y ayuda a encajar a los personajes en la montaña, como seres pequeñitos que son. He tenido muchísimas ganas de probar el queso que comparten ahí arriba, de caminar todas esas rutas y leer los mensajes de los cuadernos, hasta de beber la leche de vaca. Me he sentido super presente en todas las escenas. Y además me llevo una clase de italiano.

Los actores me han gustado muchísimo, los niños están super bien y los adultos no son nada empalagosos, cosa que podría llegar a pasar por esa voz en off. Estoy contenta de que no sea una peli de descubrir tu homosexualidad cuando eres niño, porque por algún motivo llevo muchas vistas últimamente y son todo auténticos dramones. Es una película muy masculina (aunque incluso los dos papeles de las mujeres son importantes), y aun así está cero pasada de vuelta. Lo he entendido como una peli de hombres que se me ha dado el honor de comprender, como una ventanita un poco abierta a su mundo. Os juro que me ha dado mucho placer sentirme partícipe de algo que normalmente no veo.

Desde que Bruno y Pietro son pequeños la amistad entre ambos está perfectamente plasmada, con el deseo de tener un amigo de verano y querer mantenerle en esa parcela veraniega donde no colisionan los mundos. Luego llegan los años sin verse y el encuentro frío, sin más, como es la vida. Y arriva 🤌 la amistad verdadera. Un momento ilustrativo es en el que Bruno llega cuando Pietro está con sus amigos y a éste le hace muchísima ilusión presentarlo. También, la mirada de admiración que tiene hacia él cuando ve que su personalidad brilla en la montaña. Los silencios, el espacio, toda la amistad se disfruta desde la calma y la paciencia. Pocas conversaciones pero mucha presencia, y todo con una música maravillosa.

Las únicas cosas que no me han convencido son pequeñitas: esa retórica de encontrarse a uno mismo viajando –esta vez a Nepal–; que en cuanto un personaje tose sabes que se va a morir a los cinco minutos, y que más escenas de lo normal me hayan recordado a La sociedad de la nieve.

Dato random 1: aquí está el pueblito

Dato random 2: mi amiga Ceci y yo vimos al actor que hace de Bruno y ella paniqueó de forma loca.

Esta película reúne algunas de las cosas que más me gustan en la vida: el verano en el pueblo, la montaña, el queso y los hombres barbudos. ¿A quién no le va a gustar?

Nada más terminar de verla, yo sola en mi salón, dije en alto: «qué bonita». Y creo que es el mejor resumen de la película. Qué bonita la fotografía, podría estar horas y horas mirando esos planos maravillosos donde la protagonista es la montaña: nevada, desnuda, desde arriba, desde abajo. Da igual dónde mires, la montaña siempre está.

Qué bonito es tener pueblo; escapar de la ciudad, su ruido, sus responsabilidades y su agobio y refugiarte allí donde puedes ir en bici al río y correr entre ovejas. Y qué bonito poder disfrutarlo en la infancia. Pero tambien cuando eres adulto, y es allí donde sale la mejor versión de ti mismo. Qué bonito que ese lugar siempre esté allí para ti aunque tú cambies, e incluso en algún momento de la vida te olvides de volver.

Y qué bonito es ver el nacimiento de una amistad y todos esos estados por los que va pasando. Y ver de esta forma tan poco habitual representada la amistad entre dos hombres. Es que qué bonito, joder.

Porque al final la verdadera protagonista de la película es la amistad. El amigo que al final, pase lo que pase, y de la forma que sea, siempre estará ahí. Como la montaña, como el pueblo.

Le pongo 5 estrellas y me caso con Luca Marinelli.

Por si no habíamos tenido suficientes montañas nevadas en el cine últimamente, aquí tenemos otra racioncita.

Visualmente es espectacular, la verdad. Me gusta especialmente la parte en la que escalan el glaciar (¿a quién se le ocurre llevarse a dos niños a saltar esa grieta infinita en el hielo?), aunque todos los planos de la naturaleza (whatever that means) son lo más. Y si molan tanto, ¿POR QUÉ, pregunto, por qué me tengo que comer ese formato 4:3 que me impide verlo bien? Me cuesta criticar estas cosas porque al final es una decisión artística que tendrá su sentido y explicación para los directores, pero no vivo en 2024 con mi pantalla panorámica para comerme dos franjas negras verticales que ocupan la mitad de la imagen, por mucho que eso de un tono más noventero, si es que eso era lo que pretendían.

La otra cosa que me acaba saturando es cuando entra en el mood de peli intensa y empieza a encadenar planos larguísimos con voz en off y sonidos graves de ultratumba. Lo siento, pero si eso ya parecía pretencioso en 2013 (como nos enseñó Solocomedia), imagínate hoy.

Dejando al margen estas dos cosillas, me parece que la peli tiene mucha tela que cortar en cuanto a la relación de los dos protagonistas. Voy con ello.

Lo que más me ha sorprendido, y espero no haber sido el único, ha sido sido descubrir que esos dos no se iban a liar.

¿Tengo una masculinidad tan frágil que no puedo aceptar que dos amigos se quieran sin sentirse atraídos sexualmente? Puede ser, pero también creo que la película juega con esa ambigüedad, mostrando deliberadamente a dos hombres que reprimen cualquier muestra de afecto por el otro y claro, eso te puede llevar a pensar que se debe a la vergüenza de esa atracción no confesada.

La alternativa es que, efectivamente, se vean como amigos. En este caso tengo un problema, y es que me da la sensación (por críticas que he leído) de que en cierta forma se romantiza ese tipo de amistad basada en cortar troncos juntos y cambiar de tema (o directamente irse) cuando la conversación se vuelve complicada.

Pietro lo verbaliza en un momento de la película diciendo que su amistad no necesita de cuidados, por mucho tiempo que estén sin hablarse. Y me parece genial tener con alguien ese grado de complicidad en el que pase el tiempo que pase sigue habiendo esa conexión, pero algún issue hay que tratar si la única forma que tienes de saber cómo está tu amigo es preguntándole a su madre.

Que la única vez en su vida que Bruno llama a Pietro sea para pedirle permiso para liarse con su amiga, en fin. La otra llamada en todos esos años es la que hace el propio Pietro cuando ya la situación es insostenible y le pregunta si necesita que vaya a estar con él. Mi momento favorito, por cierto. Porque ahí sí, rompen con esa dinámica que arrastraban desde hace décadas, con lo difícil que es eso. Pietro ofreciéndole su ayuda y Bruno aceptándola. Bravo por los dos.

Nota: Yo aquí todavía tenía la esperanza de que se liaran.

En cualquier caso me parece que los dos personajes están súper bien escritos, muy acordes a los dos mundos tan diferentes de los que viene cada uno y con una relación entre ambos muy realista, precisamente por todas esas cositas que se van quedando sin decir.

Respecto a la parte de Nepal me parece un spin off sin mucho que aportar, aunque para los que hemos jugado Uncharted 2 siempre es un placer volver a visitar esas aldeas de casas con banderitas.

Tengo que dar las gracias a Clara por la recomendación porque era una película que quería ver, pero las dos horas y treinta de duración me suponían una barrera de pereza insuperable, además de que pensé que era una movida de escaladores que no es algo que me llame mucho.

Ha sido un gran descubrimiento, es sutil y profunda sin caer en sensiblerías. Una historia de amistad en la que vemos a dos hombres evolucionar y buscar su sitio a través de distintos encuentros en el tiempo. La historia nos la cuentan desde el punto de vista de Pietro y así no solo vemos como evoluciona Bruno, sino como va cambiando el punto de visto del protagonista sobre este. En ningún momento se me hace pesada a pesar del ritmo pausado. La clave me parece construir algo tan delicado, sin grandes dramatismos, si acaso lo más ñoño lo encontramos con los temas musicales intercalados con el paisaje alpino. Parece que se sale un poco del registro de la película. En la trama solo me resulta un poco confuso la relación de Pietro con su padre, no entiendo ese rechazo tan drástico.

Es increíble lo fácil que me resulta idealizar la vida en el campo, cuatro planos de las montañas, dos cafés humeantes, unas cuantas escenas con un libro y si encima te crees que puedes hacer tu casa con tus propias manos para qué quieres más. No quiero hacer nada de eso, pero a mi cabeza por alguna razón le parece el paraíso.

«Las Ocho Montañas» es una pasada de película, muy bonita. La he visto dos veces ya, y elegir lo que más me gusta se me hace complicado. La calidad técnica y la banda sonora son de otro nivel, pero lo que realmente se lleva el premio es el pedazo de trabajo que hicieron con las ubicaciones. Han logrado que la naturaleza de montaña brille y sea otro protagonista, sin caer en lo típico de los paisajes bonitos de los documentales de naturaleza.

En cuanto al guion y la historia, están cuidados al detalle. Me flipan este tipo de películas tipo «Boyhood» que te llevan por un montón de situaciones de los personajes a lo largo del tiempo. La forma en que representan la amistad, como algo que evoluciona, en vez de algo fijo, es otro puntazo. Trata muchos temas, el “destino” como parte de la lotería que es nacer en una familia o en un lugar concreto, de cómo eso te empuja a valorar unas cosas y no otras, como afecta eso a la toma de decisiones, cómo aceptar las decisiones de los demás aunque no las compartamos, la imposición de limites autoimpuesto, en fin mucha tela que cortar ahí. Quizás demasiada…

Y qué decir, los italianos, cuando se ponen, lo clavan. Ahora, tengo pendiente leer la novela para seguir con esta historia que me tiene enganchado.

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