Zafari

Mariana Rondón (2024)

No entiendo por qué se habló tan poco de esta película en San Sebastián, teniendo en cuenta que tiene todo lo que se puede desear: un hipopótamo y pertenecer a la sección Horizontes Latinos. Exactamente detrás de mí se sentó Pucho (el de Vetusta Morla, no el otro) así que esta crítica contiene solo lo que pude concentrarme cuando no estaba pensando en si se había fijado en mi tote bag de Vetusta Morla.

Zafari es el nombre del nuevo hipopótamo que llega a un pequeño zoo de Venezuela, convirtiéndose en un acontecimiento para los vecinos del edificio de pisos de lujos desde los que se ve el zoo y para los de clase obrera que viven al otro lado. El inicio de la película enseña un momento difícil: se descubre que hace poco hubo un corte de electricidad que duró dos semanas, que la comida y la gasolina escasean, que afuera en la ciudad la violencia ya ha llegado y que ni los vecinos del lujoso edificio se libran de ello. Muchos de ellos abandonan el país y los pisos empiezan a quedar vacíos, pero nuestros protagonistas Ana, Edgar y su hijo Bruno no pueden vender su terreno para comprar pasajes y están condenados a quedarse en su casa, en la que la luz viene y va. Yo sé que esta premisa aparentemente no gusta porque eat the rich, pero yo soy una persona muy empática y los pijos me dan mucha pena porque también tienen sentimientos y además qué pena que la decadencia llegue a esas casas tan bonitas con una decoración exquisita.

El gobierno decide que una familia humilde se encargue de dar comida a Zafari, pero como era lógico no son tontos, así que deciden hacer trueque con la comida del hipopótamo y se acaban haciendo con el tinglado. Conclusión: el hipopótamo entra en estado vegetativo del hambre que tiene, y las personas de ambas clases sociales van entrando en una espiral de locura provocada por el mismo motivo. A todo esto se le suma la piscina de los ricos, que hace de metáfora. Al principio es ocupada por gente que nos dejan claro que no pertenece al edificio, que hacen ruido y son aparentemente molestos aunque no hacen nada más que darse unos baños. Pero todo se tuerce definitivamente cuando alguien echa algo al agua que no recuerdo qué era, para estropearla del todo.

Llegado ese momento entramos en la parte de la película en la que todo el mundo lucha por huir o simplemente por comer un poco, de lo que se pueda. Una vez que todas las despensas de todas las casas están vacías y saqueadas, se empieza a recurrir a los peces de las peceras de los vecinos y otras locuras que no spoilearé. Puedes imaginar qué sucede con el hipopótamo, pero es que ni siquiera es como crees, porque todos han perdido tanto la cabeza y nadie confía en nadie, que ni siquiera comerse un hipopótamo es una idea sensata.

A mí Zafari me ha recordado a El Señor de las Moscas, La sociedad de la nieve (casi) y New Order, todo junto y a menor nivel, pero ese mejunje concreto. Digo expresamente New Order porque sé que es una película que no gustó a nadie pero a mí me encantó. De nuevo mi empatía con los pijos.

Os recomiendo ver esta película de Mariana Rondón, producida por Sudaca Films (no quería pasar por alto este nombre), para poder por fin hablar de ella con alguien, especialmente sobre Bruno el hijo, que se convierte en un niño salvaje, el único al que acabo odiando de verdad porque no entiendo cómo nadie le dice cuatro cosas para que se le pase la tontería.

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