Francis Ford Coppola (1983)
No sé qué arrebato heteromasculino me dio cuando elegí esta película, pero ya no hay nada que pueda hacerle. La escogí porque mi libro favorito en la adolescencia fue, oh sorpresa, Rebeldes, como el de todo adolescente, así que esta película era una bonita progresión.
Sin embargo, las cosas no son como eran en mi cuarto de los dos mil. En mi caso ni Coppola ha logrado levantar esta testosterona audiovisual. Y eso que Matt Dillon es mucho Matt Dillon (qué piel tiene, le tocaría la cara todo el rato) y es fascinante cómo puedes ver los colores en su persona aunque esté rodado en blanco y negro (buen toque el de los peces). Peeeeero Rumble Fish es como West Side Story sin música y baile, y eso solo la pone un escalón por debajo. Aun así, me gustó mucho toda la coreografía de las peleas, me gusta que no sean tan sucias como creen ser.
Como película parece que es de las primeras que inventaron algunos recursos, supongo que de hecho fue así porque para algo la dirige Coppola. Cito: los planos contrapicados y picados, la cantidad de juegos de luces y sombras, las calzadas siempre mojadas, el humo constante (alguna vez pensé que se venía incendio), el hecho de que aparezcan relojes continuamente supongo que queriendo decirnos que al protagonista se le escapa la vida… Todo eso lo hemos visto tantas veces repetido que al menos me queda este espacio para aceptar que alguien tuvo que inventarlo primero, y ya que estoy glorificarle.
La trama no me interesa tanto, a Rusty James hay que rescatarle cada cinco minutos y siempre aparece su hermano cuando se le necesita. Para mi gusto (¿seré la única que lo piensa?) Mickey Rourke no aprovecha su papel todo lo que puede y se pasa de intenso, aunque reconozco su carisma a pesar de (o en favor de) su vocecilla. Tal vez es que el giro de guion de Mickey Rourk a lo largo de los años hace que no pueda verle en su papel al completo. No sé, la narrativa del amor por las bandas, la nostalgia por un tiempo que no se ha vivido y la imitación del hermano mayor en familia desestructurada no me encanta, tal vez porque ya me encantó hace 15 años en el libro de Susan E. Hinton.
Hay cosas con las que simplemente no conecto y las películas de pandilleros son una de ellas. Es un imaginario que me pilla muy lejos y que no me atrae nada. Y cosas como que esté rodada en blanco y negro o que las actuaciones estén tan teatralizadas solo hacen que mi interés caiga aun más.
El tema de los colores supongo que tiene que ver con que el hermano del prota sea daltónico, pero a mi es un recurso que rara vez me aporta algo. Y que los peces sean lo único con color también se me escapa e incluso diré que son metáforas visuales que me dan más pereza que otra cosa.
Lo de que los diálogos sean tan dramáticos asumo que va de la mano con que se hayan dejado la mitad del presupuesto en el uso del megatrón para que no haya ni una esquina de ese pueblo sin humo, dándole esa atmósfera de teatro.
La única forma que me podía hacer conectar con esta historia era que se convirtiera en un musical. Y por unos momentos pensé que iba a ser así, con escenas como la de la pelea inicial que parecen más un baile coreografiado. Pero al final nada. A cuento de esto me pregunto: ¿Son estas películas de pandillas de tíos duros las más gays? Yo digo sí.
¿Y cuántos años tiene Nicolas Cage?
Como fan absoluta de El Padrino (sí, también de la III) y de Apocalypse Now, esperaba de Rumble Fish otro buen peliculón. Confieso que, al margen de estas tres películas, no he visto mucho más de Coppola, y desconocía que en su filmografía también había algún que otro pufillo. Investigando, resulta que a finales de los 70 se arruinó (precisamente para grabar Apocalypse Now) y por eso en los 80 buscaba con sus pelis recuperarse económicamente. Y, con esas, rueda Rumble Fish.
Con esta introducción busco una justificación para confesar que no, no me ha gustado. Se me ha hecho pesada (y eso que tiene la duración perfecta), con un guión absurdo (he soñado con gente gritándome “¡Rusty James!”), e incluso las actuaciones me han resultado muy forzadas. ¿Puede que no haya sido capaz de verla con ojos de la época? Puede ser. Pero no ha conseguido engancharme, no me he metido en la peli. Y bueno, que los hombres queden para pegarse siempre me parecerá algo asombroso (en los 80 y en 2024) y difícil que atraiga mi atención.
Como puntos positivos, sí me ha gustado la fotografía en blanco y negro, los encuadres, los relojes, los peces en color. Y ver estrellitas jovenzuelas siempre me hace así como gracia (pelazo el de Nicolas Cage; y Diane Lane, que con solo soltarse la coleta pasa de parecer una teenager a una señora de 50 años, lo que hace una laca).
En definitiva, check a otra peli de Coppola, pero sin pena ni gloria.
Me quedo pensando en qué es lo que ha hecho que me gustara y me cuesta descifrarlo. Desde luego no es la testosterona de la banda de malotes del barrio. Ni la relación sexualizada con la chavala del colegio y el flirteo creepy de la hermana pequeña (por cierto, es Sofia Coppola). Ni él di no a las drogas, cutre, cuál Diego Armando Maradona en partido benéfico. Ni tanto bombo para hacer una metáfora con los peces. Tampoco el elenco de actores de treinta y tantos haciendo de adolescentes de quince, por mucho que ya con el hermano avisen hasta en el guion.
Lo que sí me gusta es la obsesión con el tiempo en los relojes, las nubes a toda leche y los planos de sombras en movimiento. El ajetreo, el calor y el bullicio de la fiesta. El padre y el hermano sacando de quicio a Rusty James con los griegos, El flautista de Hamelín o los peces. La cantidad de veces que llaman en alto a Rusty James, Rusty James. Las peleas sincronizadas como en un musical. Y la música que acompaña. El personaje que hace de observador y el que suelta sus frases detrás de la barra. El trenecito entre The Motorcicle Boy, Rusty James y Steve. El humo de todas las escenas. Y Rusty James abandonando su cuerpo.
Inmerso en sus baños libidinales, el regreso del ‘Gran Otro’, ese modelo simbólico estructurante encarnado en la figura del Motorcycle boy, confronta a Rusty-James con la tarea de configurar su identidad y hallar sentido en el mundo. Sin embargo, el colapso de esta figura idealizada —de forma literal y metafórica— supondrá un punto de no retorno para el jóven, que lo obligará a enfrentar su falta estructural y el vacío que subyace en sus intentos de articular un significado que permita situarse en relación con esta. Así, esta castración simbólica precipitará a Rusty-James a un encuentro con lo ‘Real’ —resaltado en color—, que marcará el fin de un ciclo de idealización, violencia y alienación.
Vamos, El Rey León para adultos.
PD: El 0 es independiente de la película; una negativa a puntuar.
De Coppola se alaban hasta lo divino sus obras maestras (El Padrino I y II, Apocalypse Now, Drácula) y se ridiculizan hasta el meme sus horas más flojas (El Padrino III, Jack, Megalópolis). Entre tanto extremo siempre he creído que tiene una clase media muy reivindicable.
La Ley de La Calle no tiene el impacto de las primeras ni los horrores de las segundas. Con un Matt Dillon pasándoselo pipa emulando a James Dean, y con un desfile de secundarios habituales en el cine de Coppola (Dennis Hopper, Robert Duvall, Tom Waits, Laurence Fishburne, Nicolas Cage…), La Ley de La Calle quizás peca de atrevida en sus subtextos y de obvia en sus metáforas. Mickey Rourke con sus morritos trumpescos y su voz de Arcangel nunca ha sido santo de mi devoción, pero incluso él funciona en un reparto bastante cumplidor.
La Ley de La Calle es en definitiva una película disfrutable y bonita que bien merece un visionado. Que suerte tuviste que en los 80 no existían los memes ni letterboxd, Coppola, porque te la habrían arruinado.