Chan-wook Park (2003)
Sabias que… La escena de la pelea en el pasillo es una de las más recordadas de la película, debido a su brutalidad y violencia. Un verdadero plano secuencia de más de tres minutos en el que se aprecia que, pese a la dureza de las imágenes, no hay ni un rastro de sangre. Rodarla no fue nada fácil, máxime considerando que no hay ningún corte. La escena tuvo que prepararse durante tres días, en los que se rodaron 17 escenas para, después, poder hacer una sola toma. Todo un ejercicio de coreografía bien ejecutado. Es más, no hubo que añadir demasiado efectos, únicamente el cuchillo con el que fue atacado Oh Dae-su por la espalda.
Voy a empezar por el final, y que final. Maravilloso. Abierto. De los que te deja dándole vueltas a todo lo que has visto e invitándote a reflexionar sobre todo el drama psicológico expuesto. Dicho sea de paso me recuerda muchísimo a otro final de los grandes, el de Shutter Island de Scorsese.
Una película que lo tiene casi todo, y que en un primer visionado no te permite apreciar la infinidad de detalles debido a la gran cantidad de giros en la historia y el impacto producido, así que mi recomendación mas sincera es un segundo visionado, al que se le puede sacar mucho partido.
La trama me encanta, te mantiene siempre alerta intentando adivinar el próximo paso y errando una y otra vez, y es que como dirá acertadamente Woo-jin Lee nos estamos haciendo las preguntas equivocadas. La herencia del manga en el que esta basado le da un toque muy acertado, incluye escenas violentas y impactantes de las que elevan a peli de culto ( la escena del pulpo no se olvida fácilmente) y posee un humor y una franqueza que te sacuden directamente.
Los personajes Woo-jin Lee y Dae-su merecían unas interpretaciones a la altura, y para mi las tienen.
La banda sonora merece otro punto y aparte. Un acierto total, engrana perfectamente con las imágenes. Acabas tatareando “Las Cuatro Estaciones” de Vivaldi.
Para mi ha sido un disfrute absoluto, he gozado la acción , me ha invitado a la reflexión con los conflictos que plantea, me he reído con sus puntos memorables y me he rendido a su final apoteósico. No tiene desperdicio.
Lo mejor: la singularidad que transmite el director con numerosos recursos que te hacen realmente alucinar con lo que estas viendo.
Lo peor: partes de la historia que son difíciles de asimilar, al menos desde un punto de vista occidental.
Desgarradora película a la que nos enfrentamos esta vez. Con un comienzo que nos hará sentirnos igual de perdidos que el protagonista de la cinta, la violencia física inicial se irá fundiendo con el drama para dar paso a una violencia más psicológica que atrapará también al espectador.
Una película que, si bien a algunos se les hará demasiado indigesta por lo duro de su argumento, está perfectamente trazada y no deja ningún momento al descuido.
- ¿QUÉ DESTACAS?
El argumento de la cinta, perfectamente puesto en escena y llevado a cabo con gran maestría. Vemos como el personaje principal pasa de ser un vengador sin sentimientos desde que sale de su encierro a caer en la trampa de su enemigo y terminar sumido en una vorágine de culpabilidad y desbordado por los sentimientos. En definitiva, no es hasta el último momento en el que nos damos cuenta de que no se trata de la venganza de Oh Daesu, sino de la venganza de Lee Woo-Jin.
- ¿QUÉ NO TE CONVENCIÓ?
La inoperancia de Mido, que lejos de ser un personaje, no es más que un artefacto para la venganza de Lee Woo-Jin y así es tratado en la cinta. Un autómata que seguirá enamorada de Oh Daesu allá donde vaya o haga lo que haga sin cuestionar nada.
- MEJOR MOMENTO
La película está plagada de grandes escenas pero creo que es la escena final entre Lee y Oh Daesu la que se lleva la palma por su gran fuerza. Cartas fuera y es entonces cuando se descubre el verdadero argumento de la historia.
Una de cal y otra de arena. Si la semana pasada escribía felizmente lo muchísimo que había mejorado Children of men en su segundo visionado, esta vez me ha pasado justo lo contrario con la película que nos atañe. Y es que, seguramente, una de las mayores virtudes de Oldboy sea la gran impresión que te provoca su primer contacto, a nivel tanto visual como argumental. Es, sin duda, una historia muy sorprendente y arriesgada, y que además rompe las normas convencionales de la narración.
Pero ay, amigos, el amor adolescente siempre es preferible dejarlo en la estantería de los buenos recuerdos. Su intensidad y su pureza son de un único uso, y lo más probable es que nunca vuelva a ser como entonces. Esa misma sensación es la que ha reinado durante la mayor parte de este segundo round; lo que no quiere decir, en ningún caso, que haya dado un vuelco total en su calidad o valoración, sino que la magia se ha esfumado de la misma manera en la que vino: sin avisos ni atisbos de racionalidad. La venda en los ojos tenía su encanto.
Los defectos, por tanto, han salido a la luz y se han convertido en una pequeña losa. Creo que el principal problema de Oldboy es que, pese a que todo se acaba comprendiendo gracias a su magnífico desenlace, el desarrollo de la película está lleno de incomprensiones y sinsentidos que la convierten en ocasiones en un sufrido esfuerzo más que en un desafío disfrutable. La gran pregunta entonces es si un gran final redime buena parte del tedio anterior, y no me refiero aquí a la intriga de conocer por fin el porqué de la tortura del protagonista, sino a numerosos dejes, tanto formales como de puro comportamiento de los personajes, con los que esta vez no he conseguido empatizar.
Sin embargo, y pese a que la primera parte se hace algo fatigosa, Oldboy está llena de momentos formidables. Park chan-wook despliega todo su talento visual y lo acompaña de marcados efectos, como el montaje paralelo y dinámico -que utiliza de manera insistente- o una banda musical que repunta casi constantemente. Este acompañamiento está casi siempre al servicio del dramatismo de la historia (a veces algo sobrecargado), pero resulta especialmente sofisticado y estético, por ejemplo, en las dos escenas en las que llega la hora de ir al dentista, ya que el contraste entre la música clásica y la violencia resulta tremendamente atractivo.
Qué decir también del célebre plano secuencia de la película, puesto siempre como ejemplo en las listas de los mejores ejemplos de su utilización. En este caso, su valía radica en su singularidad, puesto que para enseñarnos cómo Oh Dae-su se enfrenta a una horda de sicarios (a los que parece que les gusta chupar suelo), nos va guiando con un travelling lateral que dura más de tres minutos, lo que lo convierte casi en una secuencia en dos dimensiones que homenajea a los videojuegos de antaño.
Otra de las secuencias difíciles de olvidar, aunque la última media hora está repleta de ellas, es aquella en la que descubrimos, en flashback y mediante un plano subjetivo a través de un agujerito, la relación incestuosa que da comienzo a la tragedia. Para hacerlo, Park chan-wook elimina cualquier tipo de efecto, deja todo en silencio, suspendido, y crea así uno de los momentos de mayor intensidad, en el que nos convertimos en el protagonista, callados para que no nos descubran, y atónitos ante la estupefacción del hallazgo.
Oldboy se convirtió de inmediato en una obra de culto, por ser una gran historia sobre la venganza, el castigo del pecado, así como la necesidad de comprender y la tortura de no saber el porqué. Los ojos de su protagonista reflejan un dolor palpable y lacerante, y es complicado no sentirse finalmente compungido por su destino. No obstante, no puedo evitar pensar que se trata de una película de momentos sublimes más que de un conjunto lógico narrativamente hablando, pese a que el desenlace aporte la coherencia que la historia necesitaba.
Oldboy es una de esas películas que, tras una fachada filosófica con frases profundas y metáforas inentendibles, esconde una simpleza que se basa en ir soltando hostias y revelaciones sorprendentes para mantenerte atento. Violencia explícita y giros de guion. Para echar el rato no está mal, pero uno se espera más de una película supuestamente de culto.
La premisa es buena y empieza bien, con ritmo. Esa escena en el tejado te mete de lleno en la piel del protagonista y con unos minutos de flashbacks ya estás al tanto de todo. Personalmente estas historias tipo Saw en las que un loco intenta dar una lección moral a alguien a través de un “juego” siempre me llaman la atención, porque pese a ser algo retorcido, de alguna manera lo veo posible.
En este caso esa sensación me ha durado la primera media hora. A partir de ahí comienzan una serie de acontecimientos a cada cual más surrealista que me van sacando de la película poco a poco.
Según sale de su cautiverio, Dae-su Oh conoce a una chica que instantáneamente se enamora de él y le lleva a vivir a su casa. Él la intenta violar y ella le pide perdón por no dejarse porque claro, ella le había invitado a su casa y QUÉ MÍNIMO. Luego comienza a investigar la identidad de su secuestrador, la cual consigue averiguar sorprendentemente rápido entre recuerdos que tiene y pistas que va encontrando. Todo va rodado. Ni un obstáculo en el camino, oiga.
Ni un obstáculo excepto las hordas de enemigos que se le cruzan en el camino para intentar matarle. Y digo intentar porque a estos se los ventila sin despeinarse (esto es un decir), por muchos que sean. Lo que parecía un thriller psicológico se convierte (para mi desgracia) en una película de acción en la que tanta pelea (mal) coreografiada me acaba sacando de la misma. Demasiadas cosas inverosímiles para mi.
Para el final se guardan la revelación que da sentido a todo lo que no entendías. Por fin todas las casualidades que se dan y cuestionables decisiones que se toman tienen una explicación. Una explicación que hace que todo encaje sin fisuras: Lo hizo un mago. O bueno, un hipnotizador.
¿Por qué decide ir al restaurante de Mi-do al salir de su captura? Porque estaba hipnotizado para ello.
¿Por qué ella se enamora al instante y no reconoce que ese hombre es su padre? Porque estaba hipnotizada para ello.
¿Cómo consigue él encontrar al que ha orquestado toda esa venganza? Exacto, amigos, estaba hipnotizado.
Así cualquiera, Chan-wook Park. Menudo tramposo.
Un truco barato que sirve para tapar todos los agujeros de guion por la vía fácil y permite reservar la sorpresa hasta el mismo final. Un recurso muy efectista para un primer visionado, pero que te deja una sensación de estafa que definitivamente no te esperas de una película con esta fama, que al final se queda en una cinta entretenida si te gusta la acción, pero con un guion cogido con pinzas.
- LA CANCIÓN
Kiss with a fist – Florence + The machine
- TEST DE BECHDEL
Creo que es más que obvio que Oldboy no pasa el test. No he tenido ni que pensar unos minutos en la película para intentar recordar alguna escena concreta, basta con darse cuenta de que el único rol de las mujeres que aparecen es el de ser folladas.
Park Chan-wook empezó a ser conocido por la denominada Trilogía de la venganza integrada por Sympathy for Mr. Vengeance (2002), Oldboy (2003) y Lady Vengeance (2005). Pese a ser una trilogía no es necesario ver ninguna de las otras para entender esta. Así que me alegro de haber perdido tan solo dos horas de mi vida.
Oh Dae-su me das igual, no te soporto. Oldboy no me provoca nada. Me genera indiferencia. Me causa pesar esta opinión porque soy muy consciente de que para otras personas es una obra maestra o, al menos, digna de ver. Para mí no. Insufrible. Larga. Pesada. Soporífera.
La historia comienza bien y entra rápidamente en el meollo. La intriga se basa en descubrir por qué ese hombre está ahí y quien le ha encerrado. El problema es que la empatía ni está, ni aparece, ni se le espera. Comienzo haciéndome preguntas que empiezan a carecer de importancia conforme avanzan los minutos.
A esto le sumamos situaciones absurdas como el auto-entrenamiento yo me lo guiso yo me lo como. El tío sale de ahí haciendo sombra al mismísimo Bruce Lee. Coño, haberlo dicho antes, voy a hacer lo mismo, me llevará algún tiempo pero parece merecer la pena.
No, en serio, lo considero irrisorio.
Tengo que reconocer que la idea es válida, aceptable. Aplaudo el tema pero no el contenido. El producto final, determinado por una venganza, queda muy lastrado por toda una serie de casualidades, planificaciones milimétricas, coincidencias y salidas poco creíbles. Al final lo que nos queda es un vodevil de hasta dónde puede llegar el desquiciamiento de psicópatas romanticones y atontados.
¿Y la estética? ¿Los encuadres? ¿Los zooms locos?
Es la típica película que la pasas si la ves con un par de porros. Y NO HA SIDO EL CASO. Ah, sí, el plano secuencia, pues muy bien oye. Ahí está, haciendo de plano secuencia. Y ya. Tampoco es Birdman.
“Buscar venganza forma parte de mí.”
Como busque yo venganza….
Bueno, llegó el momento de estrenarse en el blog. No sé quién habrá engañado a estos buenos chavales para dejarme participar, pero ya no hay vuelta atrás. No es la película con la que desearía haberlo hecho, pero hay que vivir la vida como te viene; así que huevos y al toro. Por supuesto que mi oposición no se debe la poca habilidad del director, no soy tan osado y prepotente. Park Chan-wook no necesita introducción ni alabanzas, es la versión surcoreana de Almodóvar (en cuanto a renombre internacional) pero al que aún no se le ha visto drogado cantando “Voy a ser mamá” con McNamara. A la historia tampoco le falta de nada: narra las consecuencias que tiene un voyeur de instituto, llevadas al límite. Chicha suficiente para mantenerte pegado a la pantalla durante las dos horas que dura. Entonces Dudusa, ¿dónde cojones está el problema? Es simple: la pereza que me daba volver a ver la película por tercera vez, dado que el segundo ya me pareció más flojo que el primer visionado. Y, para más inri, no se trata de una crítica fácil, de esas que se escriben con cuatro tercios y un licor de hierbas. Así que, ante tal panorama, o me hundo y lloro como Sergio Canales, o intento acabar ya con esto, que se me enfría la cena.
Nos ponemos cómodos, pies sobre la mesa baja del salón, luz tenue y manta a mano, por si acaso. Empieza la película y nos encontramos con ese amigo nuestro (todos tenemos uno que rápidamente nos viene a la mente) que está en comisaria, etílico, imitando los sonidos de un ornitorrinco, deseando irse a casa. No sé por qué tantas ganas, era el cumple de su hija y va como las ratas camboyanas, se huele el divorcio desde el portal. Y ahora empieza el follón, la bronca de la mujer era un cuento infantil comparado a lo que le espera a nuestro protagonista: antes de llegar a casa le secuestran y se tira 15 años encerrado en una habitación sin saber ni siquiera el por qué. Se pierde cosas interesantes la verdad, que si la caída del muro, sus más y sus menos con los vecinos del Norte, la polla de Butragueño o Susana Estrada desnuda en las revistas. Pero 15 años dan para mucho, y comienza a preparar su venganza; aunque lo primero que haga nada más quedar en libertad sea comerse un pulpo crudo a bocaos (eso si es tener hambre y no lo que tu tienes esperando al búho).
Pero no estamos aquí para hacer un resumen de la película. Con este inicio (borracho encerrado 15 años sin saber los motivos) ya se ha cautivado al espectador para mantenerle a la espera del desenlace de la obra. Los sentimientos del protagonista (abrumadores) y los planos (de bellísima factura) se van sucediendo acompañados por una banda sonora memorable. A lo largo del film serán muchos los momentos que se te quedarán grabados en la retina. Momentos de dolor, violencia, tensión, amor, desamparo. Elementos, todos ellos, presentes en las tragedias griegas, con una trama que hace imposible no acordarse de El Edipo Rey de Sófocles. Su desenlace, pese a ir haciéndose previsible durante el largo diálogo final, no dejará indiferente a nadie: es tal la magnitud de la representación de los actores que te removerán por dentro como ese Jägermeister invitado antes de salir del garito; si, ese, el que simplemente te tomas porque no sabes que decir que no a un chupito gratis…somos más agarraos que los pelos del culo.
Por todo ello, considero que es una película que debe verse, una película que no se te olvidará, que te gustará y dejará la sensación de haber visto algo relevante. Eso sí, no esperes que te genere la misma sensación cuando la veas por segunda vez, se hace tediosa.
P.D: ¿no te recuerda el pelo del protagonista al de David Bowie en Dentro del laberinto, pero en moreno?