Le notti di Cabiria

Federico Fellini (1957)

 

La primera incursión de Federico Fellini en el mundo del espectáculo no fue en el cine, ni en el teatro sino que fue en el circo –tema importante que estuvo presente durante su carrera-. Con poco más de 20 años tuvo su primer contacto con el cine de la mano de Roberto Rossellini en Roma, cittá aperta y debutó en 1952 con El jeque blanco aunque fue en su siguiente película, Los inútiles, 1953 donde empezó a demostrar un estilo muy personal.

Le notti di Cabiria, estrenada en 1957, se enmarca en el contexto del neorrealismo italiano que definió el estilo de Fellini. El neorrealismo italiano tuvo lugar entre 1943 –cuando se estrena Ossesione de Visconti considerada la primera película neorrealista- y 1955. Entre sus características están: rodar en localizaciones reales, una narrativa lineal, busca una cierta toma de conciencia hacia el espectador o los temas que giran en torno al hombre como ser social, entre otras. Básicamente, mostrar la realidad italiana durante la guerra europea que se estaba llevando a cabo.

Tres años después de La strada estrena Le notti di Cabiria que recrea, con imágenes tremendamente nostálgicas y melancólicas, la vida de una prostituta romana, personaje que ya hizo una breve aparición en El jeque blanco. Esta pequeña vagabunda es un personaje de sentimientos profundos que no se sorprende por los reveses que le da el destino y se mantiene eternamente esperanzada. Giulietta Masina interpreta a una joven que resulta irónica, un tanto pasiva, conmovedora y que se toma las cosas con total naturalidad. El fin último de la película creo que es exprimir al máximo la vida hasta mostrar la total dureza a la que nos puede llevar esta. Así, las imágenes están llenas de pequeños detalles que iluminan la angustia de las ironías de la existencia. Se dirige a desarrollar un tema más que una trama, su interés no yace en solucionar los conflictos que envuelven a la protagonista sino profundizar en cómo es ella y cómo se comporta.

Le notti di Cabiria está en mi top five de “Películas más desgarradoras” y es que la soledad mal gestionada cuando ansías todo lo contrario es el peor monstruo que puede acompañarte. Cabiria es tierna, inocente, sencilla, dulce, es un corazón lleno de amor que nadie valora y todos aprovechan. Cabiria es un milagro. Su cara y sus gestos lo dicen TODO ¡Giulietta, eras el coño!

Los episodios más estremecedores son aquellos en los que la protagonista, casi involuntariamente, se sincera. Sus máscaras caen como podemos ver en la escena ante la Madonna del convento o en la escena junto al mago.

Este drama de Fellini cala hondo y no se conforma con mostrar la realidad y denunciarla sino que quiere que seamos Cabiria, que sintamos lo que ella siente. Conmigo lo consigue. Sufro, rio, lloro y sueño como ella. Sus ganas de vivir y su alegría innata se contagian. Todxs hemos sido Cabiria en algún punto de nuestras vidas, en algún punto de nuestros sentimientos.

El realismo se alterna con momentos poéticos sobrecogedores que la cámara capta con delicadeza. Y qué decir de la música -de Nino Rota-, que le toma bien el pulso a la trama. Y de ese guion sublime y conducido a las alturas gracias al buen hacer de Fellini y a la actuación estelar de Masina. Ninguna pega puedo ponerle a una de las películas más conmovedoras que he visto nunca.

El final es sinónimo de esperanza. Cabiria camina, llorando, rodeada de personas que disfrutan y que la contagian a ella. Su tímida sonrisa y su mirada a la cámara rompiendo la cuarta pared, nunca una mirada me había dicho tanto.

No he sido capaz de meterme en la película. No sé si habrán sido los años, el argumento o los bailes de Giuletta, demasiados parecidos con Lina Morgan.

El caso es que tendemos a tener una cierta dificultad a la hora de acercarnos a películas tan antiguas. No todas resisten el paso del tiempo y tanto las formas como los contenidos han cambiado demasiado desde el 57 hasta hoy. Es una lástima y quién sabe si en el futuro le volveré a dar otra oportunidad y descubra las bondades de ésta cinta, me sorprende tan buena valoración.

Me quedo con esos momentos en los que Cabiria parece tomar el control de su vida, ser una mujer independiente y empoderarse frente a los demás, antes de volver a caer en las obligaciones de su época y buscarse un buen mozo que la proteja.

Plantarse delante de la pantalla para ver una película de Federico Fellini se traduce necesariamente en la sensación de estar a punto de asistir a la obra de uno de los grandes tótems del séptimo arte. No es que yo sea muy ducho en su filmografía, ya que únicamente he visto, por ahora, dos de los filmes que componen su amplia trayectoria: Amarcord y La Strada. Lo que es cierto es que ambas me impresionaron hondamente; la primera de ellas es una de mis películas favoritas de siempre, y en la segunda ya conocí a la maravillosa Giulietta Masina. Mi amiga Pamela me introdujo Las noches de Cabiria como una de las cosas más desgarradoras que había visto en su vida, y no se me ocurre otro adjetivo más apropiado para describirla.

La grandeza del cine y, por ende, la fuerza de las grandes películas se encuentra en su capacidad para conectar con nuestros sentimientos más profundos. Y en ese aspecto, pocas corrientes cinematográficas han conseguido llegar tan lejos como el neorrealismo italiano de los años 40 y 50. Cintas como Roma, città aperta o Ladrón de bicicletas son el ejemplo perfecto de cómo desarmar al espectador a través de las emociones más verdaderas, prescindiendo del sentimentalismo para alcanzar el sentimiento.

Las noches de Cabiria no sólo sigue esta estela, sino que incluso la redondea. En el epicentro de su mundo, encontramos a uno de los personajes más irresistibles que se hayan visto en mucho tiempo. ¿Puede haber algo más placentero, divertido y entrañable que ver bailar a esta señora? ¿Es posible no sonreír permanentemente al hacerlo? Obviamente, sólo caben respuestas afirmativas. Giuletta Masina derrocha carisma, ternura y una enorme expresividad, pero lo que realmente hace desbordar el plato de su magia es su talento para la conmoción, la contradicción plasmada en el carácter de su personaje y la capacidad para conjugar alegría y desolación en la misma mirada. Eso, y que tiene gracia hasta para chocarse con un cristal.

La película realmente es una maravilla, y una vez superado el obstáculo inicial del doblaje realizado por los propios actores (debido a la ausencia de sonido directo en la época), nos sumergimos en la mísera existencia de esta prostituta que deambula por los arrabales de Roma. Cabiria es una persona aparentemente imperturbable, rebelde y que hace valer su naturaleza frente a cualquiera que intente amedrentarla. Sin embargo, la complejidad de su personaje transita por una realidad mucho menos amable que ella misma, y su vida no es tan fácil como para sobrevivir únicamente a base de sacrificio y buena voluntad.

Las noches de Cabiria, al fin y al cabo, es el gran retrato de una perdedora. De alguien que, sin merecerlo, está destinada a no poder alcanzar lo que más anhela. Es una película sobre la soledad y la miseria, sobre la injusticia social que dibuja un límite insoslayable a la felicidad. Y, a la vez, también es una magnífica reivindicación de la dignidad, del optimismo y de la alegría, sentimientos reflejados en ese rostro lleno de lágrimas, tan puro y absolutamente emocionante, que nos interpela en el último fotograma. El poder de esta obra, al igual que de la inolvidable escena del teatro, está en ser al mismo tiempo belleza y desgarro, en ser a la vez dolorosa y conmovedora. ¿Quién tiene amor para darle a Cabiria?

¡Cabiria, menudos bailes locos te marcas! Y qué feliz eres bailando. Ojalá yo bailara así. Muy fan de como se mueve y también de las caras que pone. Qué expresividad, esta chica gesticula que da gusto.

Sin duda Cabiria es lo mejor de la película, lo cual no es cosa menor o dicho de otra forma, es cosa mayor, ya que si no me equivoco no solo es la protagonista, sino que no hay ninguna escena en la que ella no aparezca. Algo de lo que acabo de ser consciente y creo que no debe ser muy habitual en cine, por lo que merece una mención.

Al margen de eso, la película me ha dado pereza. Lo siento pero el cine tan antiguo no me entra. Ya se que es Fellini y que en IMDB tiene un 8.1 de media, pero es darle al play y ver ese formato 4:3 en blanco y negro y me vengo abajo. Entre eso, la banda sonora propia de la época, las actuaciones exageradas y los cambios de actitud repentinos, no puedo tomármela en serio. Lo siento, pero no. Cambias a uno de los personajes por José Mota y podría ser uno de sus sketches perfectamente. Y digo perfectamente porque tampoco tendría gracia.

Así que lo único que puedo salvar de la película es al personaje de Cabiria, o al menos parte de él. Es divertida y por momentos parece que es un personaje adelantado a su época, con rasgos de mujer independiente y autosuficiente y con las ideas claras respecto a las relaciones. Sin embargo acaba quedando claro que su único anhelo es encontrar a un hombre septentrional y casarse con él, como debe ser. Tampoco es de extrañar siendo una película del 57, pero da un poco de rabia cuando hay momentos en los que ella descarta de forma bastante coherente esa opción.

  • LA CANCIÓN

Girls just want to have fun – Cyndi Lauper

  • TEST DE BECHDEL

Para ser una película centrada exclusivamente en una mujer, pocas escenas hay en las que hable con otras mujeres, y menos aun en las que hablen sobre algo que no sean hombres. Apenas un par de conversaciones con su amiga Wanda y otra con Elsa, la mujer que vive en las cuevas.

No obstante, para ser del año que es, considero un éxito que Le notti di Cabiria pase el test. Encima es la primera de El club del cine que lo pasa. Al final si que va a ser revolucionaria y todo.

Sabias que… Giuletta Massina era, en la vida real, la esposa de Federico Fellini desde 1943. No volvería a trabajar con su esposa hasta casi 10 años más tarde, en la película “Giulietta de los Espíritus” (1965).

He de reconocer que me ha costado sucumbir a los encantos de Cabiria, y es que hasta la escena del teatro andaba un poco desganado y obteniendo información como un autómata a penas sin sentir nada. Y fue esa maravillosa escena, que sea dicho de paso mi parte favorita, la que marca el pistoletazo de salida para poder empatizar y encarnar el personaje principal que interpreta magistralmente Giuletta Massina en este filme.

Una prostituta que padece en sus carnes la realidad del ser humano una y otra vez, y que como salida de un cuento jamas le devolverá un mal gesto, sino que renovara siempre las esperanzas y estará dispuesta a recibir lo que venga siempre con su gran inocencia. Mas tarde o mas temprano el personaje te atrapa y cuando estas dispuesto a hundirte en el lugar mas oscuro te sacude de nuevo con la escena final, un gran acierto.

Destacar también la música de Nino Rota y la lírica que desprenden algunas escenas con sus bailecitos y gestos.

La nota negativa la tengo que poner en algo personal que creo que ya he comentado alguna vez con anterioridad. Y es que me cuesta mucho entrar en estas películas rodadas tanto tiempo atrás, imperdonable. La mayoría llegan ya con la criba del tiempo y siempre tienen grandes cosas que mostrar. Pero la estética, la forma de interpretar y en general el polvo de la edad siempre me ponen una barrera que por desgracia no me permite meterme desde el primer momento. A lo mejor es cuestión de ver muchas mas, todo se andará.

Lo mejor: Giuletta Massina.

Lo peor: Espero no ahogarme delante de una panda así, vaya reanimación.

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