Don Hertzfeldt (2012)
It’s such a beautiful day, la película, recopila tres cortometrajes de Don Hertzfeldt a partir del éxito que supuso el primero de ellos, Everything will be ok. Para ser honestos era difícil mantener el nivel de este primero y todos juntos se hace demasiado intenso e incluso un poco redundante.
La peculiar forma de narrar del autor es lo que hace de esta animación una película imprescindible. Es un cúmulo de ideas que van cobrando forma en un hilo conductor que a veces es complejo seguir. A través de una serie de pequeñas vivencias se nos muestra la manera de pensar (sin faltar un humor bastante negro) del protagonista. El ritmo y las imágenes apabullantes nos meten en la piel del protagonista, de su enfermedad, el proceso y la perspectiva de la muerte. Juega constantemente con nuestras esperanzas con un muñeco de tres palos con el que terminas empatizando. No es mérito de un presupuesto bajo, sino de una capacidad para contar historias deslumbrante. Fuera de ahí, nos queda una animación pobre, intercalada con imágenes bastante horribles y una manera de disponerlo todo antiestética. Además de la voz del narrador que es bastante irritante.
Qué agobio de película.
Lo primero que he pensado es que el autor se llevaría bien con Luis Eduardo Aute, por el tipo de peli que ha hecho. Creo que se debe parecer bastante a la de animación que hizo Aute hablando de la vida y del paso del tiempo con sus propios dibujos a partir de esas fotos mirando al mar de niño y de viejo.
Al principio pensé que era una especie de autobiografía ante su previsible muerte, pero según ha ido avanzando esta idea se ha ido mezclando con otras y ya no tengo claro si habla de él, de algún familiar o de todo un poco, de la vida en general.
Tampoco creo que tenga mucho sentido intentar entender los detalles concretos y no creo que sea su intención. Su objetivo es hablar de la vida, de la muerte, del paso del tiempo y de la memoria. Y de todo lo hace de forma bastante deprimente y por momentos hasta con toques de terror, pero manteniendo siempre un dibujo súper simple y a ese narrador desenfadado que contrasta con el drama del que habla.
Inquietante mezcla que creo que encaja bien y que igual habla un poco de eso, de aceptar con normalidad los momentos que vienen y que al final ni siquiera tienen tanta relevancia mirado con perspectiva (cósmica). Incluso si Bill viviera para siempre junto al planeta Tierra viendo pasar generaciones y especies, no añadiría más que simple ruido a esos recuerdos.
Como dice Zahara en su último disco: Quizá la vida era eso.
“Me gustan las películas que empiezan presentando a sus personajes con un monólogo rápido”, pensé al inicio. Luego viene la verdad: todo es un monólogo sin fin, imparable, sin reposo, te atraca, te inyecta, te atropella, no te da un respiro. Y a pesar de que todo esto me parece estupendo, no me ha pegado tan fuerte como debería. Menuda pena. Tal vez en pantalla grande la habría disfrutado más.
Pese a eso, valoro una película atrevida. Ha sabido arriesgar con los juegos de sonido y la superposición de imágenes. La animación es sencilla pero logra un equilibrio con la historia tan profunda que explora, a veces cómica, a veces terrorífica. Es una animación experimental pero que sabe exactamente cómo definir lo que es una vida real. Me han encantado los pensamientos intrusivos del día a día como darte cuenta de que tienes una mancha en el colchón y no volver a pensar en ello nunca más o ver a cámara lenta cómo a tu compañero del trabajo se le cae un chicle de la boca. Todo ello entre movidas oníricas, el tiempo y la pura muerte.
Sigo pensando en eso de que nuestra vida es esperar al microondas, tender la ropa y fregar los platos; y lo secundario es lo que sucede entre estas tareas. En fin, una pena que a pesar de estas grandes ideas no me haya llegado un poco más. Me ha atropellado y no me ha dejado huella.
Reivindico, aplaudo, jaleo, vitoreo y me pongo en pie para aplaudir a aquellas películas que optan por una duración reducida y consiguen contar tanto en tan poco.
No sólo en tan poco, también con tan poco. It’s such a Beautiful Day tiene en su minimalismo su mejor activo y a la vez su cruz. Sentí que me costó subirme a este tren, pero una vez lo conseguí disfruté del trayecto.
“La animación no es un género, es un medio”, decía Guillermo del Toro. Razón desde luego no le falta.
Tras unos cuantos intentos, desisto: no encuentro palabras para empezar esta reseña que estén a la altura de lo que he visto. It’s such a beautiful day me ha maravillado y, aunque no lleve mucho tiempo en El Club del Cine, y no recuerde cuántas películas he visto, podría ser mi top 1.
Hertzfeldt (que dirige, escribe, produce, pone voz…) construye un puzle perfecto a partir de tres cortometrajes previos que convierten su primer largo en una joya que ojalá hubiera descubierto antes.
Los diez primeros minutos de la película se me pasan volando. Bill es un tío normal. Bill podría ser yo, podrías ser tú: el vecino chapas, los sueños raros, que la cajera no te conteste cuando le dices “bien, ¿y tú?”, esperar al bus… Y de repente esos sueños raros y ese “how’s up” tienen un porqué. Y de repente la película se convierte en otra cosa, y me toca muy dentro, y me hace llorar, y me hace reír.
Cada pieza encaja a la perfección, haciendo de algo aparentemente sencillo una auténtica joya: la música, el sonido, la pantalla dividida, las imágenes reales… Incluso la voz en off, del propio Hertzfeldt, siento que tiene el tono y ritmo perfectos. Y el guión, qué guión (“the next thing you know you’re looking back instead of looking forward”). No quiero desvelar nada relevante por si algún compañero o compañera no la ha visto (no sé a qué esperáis).
It’s such a beautiful day es conmovedora, original, inteligente, divertida, enternecedora… Y me quedo corta. ¿Habrá influido que sienta una conexión personal con la historia de Bill y mi fascinación es exagerada? Quizás sí, pero qué importa el motivo si el resultado es un disfrute máximo del cine.