C’mon c’mon

Mike Mills (2021)

 

C´mon c´mon funciona como una estructura a modo de viaje. Por un lado, nos guía en un estilo documentalista por distintas ciudades, dando voz a unos niños que desde fuera expresan ideas con las que el protagonista como entrevistador recoge y procesa. Por el otro, al cuidado circunstancial de su sobrino, asistiremos, casi a modo de ensayo, a la exposición emocional y el aprendizaje en la comunicación de una familia afectada por distintos duelos.

La cinta, en blanco y negro, potenciará aún más el tono melancólico de unos diálogos muy intensos que no llegan a pasar el límite gracias a la química de los protagonistas y el respiro que dan los planos de las ciudades y las entrevistas ajenas a la trama. Es realmente emocionante imbuirse en la relación tío-sobrino e ir aprendiendo con ellos a sacar y analizar todos los temas, en una gama extensa y emocional a través de una comunicación que cuesta tanto lograr.

Me mató la descripción que hace Jesse de la madre. “Even though we love each other, she’ll never know everything about me and I’ll never know everything about her”.

¿Sabéis cuando alguien os habla de un trabajo o afición suya con tanta pasión que de pronto te parece interesantísimo pese a pensar que era aburrido o intrascendente hasta ese momento?

Esa misma sensación he tenido con esta peli. Todo el tema de coger tu micrófono y grabar testimonios o directamente sonidos ambientales para de alguna forma capturar un momento me ha parecido muy bonito. Ver al protagonista hablar de si el micrófono tiene que sostenerse más arriba o más abajo y a su amiga hablando de que el niño debe encontrar su propio estilo probando son detallitos que me gustan y hacen que me lo crea.

Lo suficiente al menos para pasar por alto otras cosas como ese niño resabiado que le pregunta si le cuesta expresar sus sentimientos a un Joaquin Phoenix atormentado (empieza a ser un meme esto), que luego se encargará de contarlo como voz en off mientras vemos la vida transcurrir en blanco y negro.

Sí, también me satura un poco ese rollito indie e intenso. Estoy decidiendo si me compensa tanta melancolía aunque se expongan temas que me parecen guais, como la posición que damos en la sociedad a los niños o adolescentes, a menudo tratados con condescendencia y quitando valor a sus opiniones sean cuales sean.

En resumen, los dramitas de la vida de unas personas normales que a veces se pasan de dramáticos pero que al final caen bien. Yo al menos espero que les vaya todo genial o que por lo menos vuelvan a tener ese pequeño núcleo familiar que han montado casi por obligación pero que todos necesitaban.

Esto es una preciosidad que acabo de descubrir y que me ha hecho tremendamente feliz, por cómo está pensada y porque además ha conseguido que ni con esas me apetezca tener descendencia.

El trío actoral está espléndido: doy por hecho que Joaquin Phoenix nació con un don para la actuación, porque me lo creo en todos sus papeles y registros. De hecho todavía dudo del experimento de I’m still here. Gaby Hoffmann (la Nerea Pérez de las Heras americana) como Viv, también soberbia y eso que vengo de volver a ver Girls y me ha sido difícil sacarla de su papel excéntrico de la serie. Y por último, ese niño que me ha dejado loca. Supongo que su personalidad se parece a la de su personaje, porque si no no me cabe en la cabeza que alguien tan jovencito lo haga tan bien.

El blanco y negro, las localizaciones, los planos amplísimos y también los cortos. Todo encaja perfectamente en este puzzle de sonidos y entrevistas. Te deja el cuerpo calentito, tienes que asumir que la vida consiste en dejar cosas sin entender, espacios vacíos que tal vez otros puedan ayudarte a construir o simplemente a asumir que nadie tiene la clave. Me parecieron especialmente bellos el momento del desmayo y cómo lo integran en sus conversaciones de los días posteriores, cuando Jesse se pierde (dos veces!! yo lo mato!!), cuando no quiere hablar por teléfono con su madre, cuando deciden gestionar su frustración a gritos o cuando descubre, alucinado, que no se acordará de todo. Ay, que me dan ganas de ponérmela de nuevo. Es que qué familia tan bonita, con cuánta sensibilidad hace Mike Mills a sus personajes.

Me ha recordado un poco a Nebraska, en lo bueno; en el viaje y en la búsqueda. Pero aquí los personajes son casi contrarios: tío-sobrino descubriéndose, adaptándose, comunicándose muchísimo –me gusta la gracia de que tal vez Jesse se comunique demasiado–, no soportándose y por supuesto, cogiéndose cariño. Aunque ciertamente quién no adoraría al labio leporino más querido del cine.

Por cierto, creo que es de las pocas películas que es de verdad realista con la maternidad (dice la que es madre), a pesar del poco tiempo en pantalla que comparten madre e hijo. Y eso que yo creo que es imposible que existan niños así de inteligentes.

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