Caro diario

Nanni Moretti (1993)

 

Bastante fan de que la peli acabe con Moretti bebiéndose un vaso de agua. El tío es un disfrutón, pese a todo. Se me ocurren muchas escenas en las que se pasa de intenso o desubicado (dando la chapa a un desconocido en un semáforo, indignándose en alto en el cine o prácticamente acosando a la actriz de su película favorita), y sin embargo se hace querer, aunque solo sea por esos intentos de baile, zumo de naranja en mano.

Con la película me pasa lo mismo que con el protagonista: me parece entrañable y divertida, pero a veces se me hace algo pesada. Tan pronto me estoy riendo con los niños que monopolizan el teléfono para obligarte a hacer sonidos de animales, como estoy sintiendo vergüenza ajena por el señor que sale gritando “televisión” de la isla sin electricidad ni narcisistas. Ese humor me saca un poco a veces. También mucho momento contemplativo, demasiado para mi gusto.

Me ha sorprendido descubrir que el capítulo final, en el que se dedica a buscar remedio para su urticaria con toda la resiliencia del mundo, le ocurrió de verdad y finalmente superó el linfoma de Hodgkin. El tío sigue vivo y yo que me alegro por él.

Me quedo con ganas de ver Flashdance y más aun del musical del pastelero trotstkista.

Gracias enormes a quien haya propuesto esta película, me ha hecho muy feliz. Puede que en ella se haya grabado mi primera media hora favorita de todo el cine. Me había gustado hace años cuando la vi, creo recordar que en alguna reposición veraniega de los Renoir, pero después de vivir en Roma es otra experiencia aún mejor. Pido perdón por la cantidad de pedantería que se desprende de mis palabras, además de ser una nómada digital turistificadora de Roma (otra vez perdón). Aun así, recalco que Garbatella realmente es el mejor barrio del mundo mundial y comparto con Moretti los paseos por él (algunos también en Vespa) observando los lotti y decidiendo en qué ático viviría yo. Sueño con la película del pastelero trotskista en la Italia conformista de los años 50, si Moretti la hiciera la recomendaría en El club del cine sin dudarlo.

En Caro Diario las imágenes lentas, veraniegas, pausadas, con calma, se funden con la música placentera formando una especie de película onírica que de repente te despierta del letargo con una hostia de humor absurdo (los niños incapaces de pasar a sus padres al teléfono me hicieron muchísima gracia). Creo que aporta mucho a esa sensación la voz en off cuando deja de ser en off y el protagonista de pronto se pone a hablar. A cualquiera, a la fisioterapeuta, a un pavo que va en coche, a la de Flashdance o simplemente a cámara.

Las tres partes en las que se divide la película no tienen nada que ver entre sí y sin embargo el hilo conductor es la sencillez con la que se mira la vida. Todo se narra de forma simple y tranquila, pretendiendo casi ser un documental, contagiando las ganas de viajar, bailar, conversar, pasear y hasta trabajar en ese barco ordenando recortes. Hedonismo puro. Un poco como Adaptation, pero en bien. Y del segundo acto humorístico se pasa casi de puntillas al tercero, que empieza igual de absurdo, para terminar la película en un puro ejercicio de crudeza. Y aun con esas, el sabor que se queda en la boca no es el agrio de cuando los médicos no escuchan, sino de la esperanza. Aplaudo en pie cuando la película termina pidiendo un desayuno al más puro estilo italiano, con una sonrisa de medio lado, bebiendo un vasito de agua.

Te quiero, caro diario.

No tenía ni idea de a qué me iba a enfrentar, y resulta que Caro diario me ha parecido un regalo veraniego perfecto para una tarde de sofá y ventilador. Espero que no sea tarde para haber descubierto a Nanni Moretti.

La película se divide en tres capítulos, los tres protagonizados por el director (y guionista). De los tres, sin duda me quedo con el primero. Ese homenaje a los barrios de Roma, donde no llegamos a ver nada de lo que una espera que le enseñen de Roma, qué maravilla. Vivan los barrios, las ventanas, y esas calles vacías de agosto. Esto último me ha llamado muchísimo la atención: Roma vacía, sin gente ni coches. ¿Is this real life?

Siento que Moretti realiza el film sin pretensiones, con honestidad. Así consigue ser gracioso sin forzarlo, y hacer una película bonita sin pretenderlo. En algún momento me ha dado vibes de José Luis Cuerda, con ese humor absurdo que entiendo no a cualquiera le guste. A mí, sí.

Además, me ha despertado muchísima empatía: el placer de ir sola al cine; el amor por los barrios; el no amor por las películas intensitas; el necesitar persianas para dormir; y por supuesto, el mirar los áticos que nunca vas a poder comprar. Mención especial a ese amigo que escapa corriendo de la última isla del segundo capítulo porque no hay televisión. Cualquiera que me conozca bien me habrá visto muy representada en esos gritos.

Por último, quería también destacar esos 31 años tan bien llevados que tiene la película. Y la banda sonora, pec.

Viva l’Italia!

Caro diario está rodado en tres partes y el propio Nanni Moretti es el hilo en conductor de las tres. Con cada una de ellas siento que me voy alejando más de un personaje con el que en un principio conecto. Si me hubiera quedado en la primera historia, tanto la nota como la crítica cambiarían bastante. Me trago todo de la primera parte, disfruto del paseo en Vespa y casi afirmo en silencio cuando escucho todas sus reflexiones. Como a él, lo que más me gusta de dar un paseo es ver casas, imaginarme en los áticos e incluso experimentar la necesidad de verlas por dentro. Me gustan las conversaciones “espontáneas” que casi tienen un aire de anuncio cutre y hasta me siento en sintonía con su humor. La segunda todavía la cojo con entusiasmo, pero la consecución de islas todas parecidas ya no me interesa demasiado y no entiendo o no me concierne demasiado la peculiaridad de sus habitantes ni me hace ninguna gracia la obsesión del colega por la televisión. Para la tercera estoy derrotado e incapaz ya de mantenerme conectado a la personalidad ni el humor del autor.

Aun así, reconozco la singularidad en el tono y la perspectiva que muestra el autor. He vivido la primera parte como algo fresco y original y eso ya hace que merezca la pena.

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