Chicago

Rob Marshall (2002)

 

La gran decepción sin duda ha sido la aparición de Richard Gere. Es el típico actor que me da pereza y creo que ni siquiera he visto ninguna película suya. Y esperaba que así siguiera siendo. Pero no, ha aparecido a los pocos minutos de empezar y lo ha hecho para quedarse. Y nada menos que para hacer el papel de abogado gracioso, un rol del que esperaba no volver a tener noticias después de haber aguantado a Saul Goodman durante cinco temporadas.

No quería ensañarme demasiado con nuestro amigo Richard, pero veo imprescindible hacer mención al bochornoso numerito que monta en el juicio. De facepalm.

Antes de acabar con mi vena más hater, diré que encima su personaje es el encargado de unir las tramas y dar un poco de coherencia global a la historia, algo que sin duda no necesitaba la película. De hecho son las partes más pesadas.

Porque lo que mola son los números musicales, cómo no. Y ni siquiera tiene tantos temazos, pero tiene tres o cuatro que son brutales y que me parecen dignos de revisionar una y otra vez. Tal vez sea porque me recuerdan a glee, quien sabe. L

Y lo que más destaca sin duda de estos números musicales es Catherine Zeta-Jones, que además de tener el nombre más guay que alguien puede tener, se come con patatas a Renée Zellweger (¿Alguien se dio cuenta de que era ella?), aun con la mitad de minutos en pantalla que esta. THEY HAD IT COMING.

En definitiva, Chicago es lo que es. Si buscas un guion sin fisuras o unos personajes complejos y desarrollados, no lo vas a encontrar. Chicago son canciones y un guion al servicio de estas. Canciones y más canciones. El resto cumple y ya está. Aun con todo, la historia es bastante original y rompedora, con escenas bastante impactantes para el tipo de cine que es (como la del ahorcamiento). A mi personalmente se me pasaron rápido las dos horas que dura, y eso que no me encantó. Incluso la volvería a ver. Algo habrá hecho bien.

PD: Mr. Celophan, yo si te he visto. Y me has parecido un gran personaje.

  • TEST DE BECHDEL

Lo pasa sin despeinarse. No cuesta mucho poner la peli en cualquier momento aleatorio y encontrar una escena que cumpla las condiciones. Pero no me aplaudan a mi, aplaudan a las mujeres.

Sabias que… Para el papel de Billy Flynn, el actor previsto era John Travolta. Éste dijo que no y el papel fue para Richard Gere, siendo la cuarta vez que Gere triunfa en un papel rechazado por John Travolta. Los otros tres fueron: “Días del cielo” (1978), “American gigolo” (1980) y “Oficial y caballero” (1982). Sin embargo, en palabras del propio Travolta, “Chicago” fue la película que más ha lamentado rechazar.

Chicago es una película producto de distintas adaptaciones cuyo origen esta en unos hechos ocurridos en la ciudad homónima en 1926. Al parecer varias convictas por homicidio adquirieron una gran celebridad gracias a la prensa del momento y sus aptitudes artísticas. Fue la periodista Maurine Watkins quien en ese mismo año escribiría una obra teatral basada en la historia que posteriormente en los 70 se adaptaría como musical de Broadway y acabaría dando lugar finalmente en 2002 a la oscarizada Chicago de Rob Marshall.

No es la primera vez que comentamos un musical en el Club del Cine ni la primera que vez expreso que este no es un género que me suela emocionar, así que pido disculpas anticipadas para los incondicionales del musical. Por desgracia con mi amigo Enri recomendando tampoco será la última.

Me resulta una estupidez. Es una propuesta completamente plana, que no lograr emocionar y que adolece de falta de imaginación. Con este panorama por delante solo me queda intentar disfrutar de la puesta en escena, los números musicales y la interpretación de las dos protagonistas. Se agradece al menos que el argumento avance al compás de los números musicales.

Lo mejor: la puesta en escena.

Lo peor: la simpleza y poca profundidad su contenido.

Chicago nos trae una unión perfecta entre los números musicales y el argumento convencional. Y, creedme, es una tarea difícil. Los musicales, sobre todo en estos últimos años, siempre son objetivo de malas críticas debido, en parte, a los grandes musicales que les preceden. Pero, en cambio, Chicago brilla y te atrapa. Aún recuerdo las náuseas que me dio Todos dicen i love you de Woody Allen o Into the Woods también dirigida por Bob Marshall al igual que la película que hoy comento. El éxito de Chicago reside en la historia, sus personajes, la música y las coreografías.

Los números musicales son simplemente magistrales. La fotografía, el montaje, los decorados y la técnica con la cámara no admiten crítica negativa alguna. La banda sonora no se te va a quitar de la cabeza en días, yo ya la tengo descargada en Spotify.

Destaco también cómo Marshall ha sabido adaptar una obra de teatro al lenguaje cinematográfico enfatizando sus posibilidades fílmicas.

No me resisto a decir cuál es mi número musical favorito. Evidentemente el tango de la cárcel. Ojalá esa performance cada vez que tengo que echar de mi casa al desgraciado que he metido entre mis piernas esa noche. Claro, que ni yo tengo el cuerpo de estas muchachas, ni sé bailar así. Aunque lo del asesinato es algo que cada vez me planteo más a menudo.

Richard Gere, mírame, MÍRAME, lo has intentado, no has estado mal, te damos el juego del programa y dejamos que te vayas. El tándem Caterine Zeta-Jones – Renée Zellweger es perfecto. Aunque sobresale más la segunda la película no sería lo mismo sin Caterine. No hablemos de todxs los extras (o bailarines) que fueron necesarios para tejer todos los números musicales, ¡bárbaros!

Otro punto positivo es la crítica subversiva hacia la sociedad estadounidense es algo que se sitúa como un fino telón de fondo pero que guía toda la película y es el motor que la conduce.

Como contra simplemente hay escenas o elementos de la trama que me sobran. El número de Mister Cellophane o el número final al más puro estilo Los caballeros las prefieren rubias pero mal –que me perdone Marilyn y Howard Hawks por esta comparación tan atrevida-.

Por último, chicas, recordad:

He had it coming
He had it coming
He only had himself to blame

If you’d have been there
If you’d have seen it

I betcha you would have done the same!

(Él se lo merecía

Él se lo merecía

Solo él tuvo la culpa

Si hubieras estado ahí

Si lo hubieras visto

¡Apuesto que habrías hecho lo mismo!)

En el año 2002, los académicos de Hollywood volvieron a adolecer, como acaban de hacer al premiar a Green Book con el Óscar a la mejor película (un saludo a Roma y a La favorita), de lo que ya demasiadas veces han adolecido: de una terrible ceguera y ausencia del sentido de oportunidad. Son ya muchas las ocasiones en las que las películas que realmente dejan huella a lo largo de los años son relegadas en favor de otras que, aunque alcanzan determinados estándares de calidad, quedan sumergidas bien en el olvido, bien en la más absoluta irrelevancia con el paso del tiempo, que suele terminar haciendo justicia poniendo cada cosa en su lugar. ¿O es que acaso alguien se acuerda, en términos de obra maestra o película incontestable, de ganadoras como El discurso del rey, Crash, Una mente maravillosa, Shakespeare in love, Paseando a Miss Daisy, Gente corriente Ghandi? Algunas de las cintas que se quedaron sentadas en la butaca en dichas ceremonias fueron, por ejemplo, La red social, Toro Salvaje o E.T., el extraterrestre. Incluso una gran película como Bailando con lobos dejó en la palestra nada más ni nada menos que a Uno de los nuestros. Sobra decir cuáles de ellas han sobrevivido de mejor manera, y es una pena que en aquellos momentos la Academia no supiera condecorar con el máximo galardón a la cinta que ha quedado como la más potente o representativa de su tiempo.

Después de esta digresión, que nadie me ha pedido, huelga decir que creo que con Chicago pasa un poco lo mismo. Duele bastante ver que en el mismo año también estaba nominada Las horas, pero, sobre todo, no se puede comprender cómo pensaron que este musical puede ser mejor película que El pianista. El único consuelo que encuentro es que, como en este filme que analizamos hoy, todo forme parte de un espectáculo.

Dos de mis películas musicales favoritas de todos los tiempos son Cabaret y All That Jazz. Ambas fueron realizadas por uno de los mejores directores del género, Bob Fosse, quien en 1975 llevaba a Broadway la obra Chicago. Años después quiso trasladarla al cine, pero su fallecimiento en 1987 se lo impidió, y el proyecto fue diluyéndose hasta que en los años noventa cayó en las manos del hoy repudiado Harvey Weinstein. Tras intentar seducir a varios directores de renombre, finalmente se lo colocó al debutante Rob Marshall, y terminó por estrenarse en el año 2002. Pero querido Bob, ¡por qué tuviste que morirte!

No es que Chicago me parezca una malísima película, ni mucho menos. Al contrario, creo que tiene momentos bastante disfrutables, y al fin y al cabo se deja ver con facilidad. Tiene incluso algunos números espectaculares, como aquel en el que las presas cuentan una a una su historia al grito común de “¡se lo merecían!” (tú también, Harvey). Igualmente, resulta interesante la apuesta por la narración de la historia a través de la farsa y la representación, pues para hablar de la fugacidad de la fama, la puesta en escena de los medios y la teatralización de la justicia, qué mejor manera de hacerlo que desde la irrealidad de la platea.

Sin embargo, aunque la película tiene las intenciones bastante claras, no termina de encontrar en su conjunto la magia y la chispa que impregnan a los grandes musicales. En general, creo que, pese algunos momentos determinados, termina siendo más artificial que espectacular, que se piensa más graciosa, audaz y sarcástica de lo que en realidad es, y que su pretendido carisma se traduce casi siempre mera voluptuosidad. Todo esto, si queréis, también se puede traducir como que todo se va al carajo desde que Richard Gere pone su careto en la pantalla.

Puede que el hecho de ganar un Óscar acabe siendo más una losa que una bendición para ciertas películas, que con el otorgamiento del máximo galardón adquieren directamente cierta responsabilidad de calidad, convirtiendo las falsas expectativas en su peor enemigo. Eso mismo le sucede a Chicago, que en mi opinión dista mucho de ser una cinta merecedora de tal distinción, pues todo lo que tiene de ligeramente entretenida y estimable, también lo tiene de irregular y de falta de autenticidad. Y pese a que contiene algunos elementos que dotan a la película de cierto atractivo, como el uso del montaje o el manejo claroscuro de la luz, me termina invadiendo la sensación de que es más un producto artificialmente elaborado que un acercamiento interesante al Chicago de la ley seca.

PD: Vaya último número musical más jodidamente flojo, ¿no?

Insoportablemente pesada desde la primera canción a la última. Y es que es lo que tienen los musicales, que la falta de contenido prima sobre la musicalidad y cuando estas canciones no te llaman, se queda todo aglomerado en una pantomima polifónica.

Yo no soy partidario de llevar musicales al cine, y más uno como este, que no concede ni un instante de tranquilidad ni reflexión, sino que se resume en una concatenación de canciones excesivamente continuadas y seguidas que hacen que pierdas el hilo y el interés. Se echa tremendamente en falta un pequeño respiro entre canción y canción y no esta metralleta filarmónica que aturulla a cualquier valiente que se digne a ponerse en frente del televisor. Echo en falta también algo más de ambientación que se me queda bastante pobre. Pero sin lugar a dudas el mayor pecado de la película es la historia, que se antoja realmente estúpida, una especie drama carcelario sazonado con retenes de humor negro que no pueden erigirse como parte fundamental de las casi dos horas que dura la película.

A mi parecer no se puede sustentar 113 minutos de metraje solo con canciones con un fundamento de contenido tan sumamente pobre y sin saber aprovechar todo el potencial de la caracterización y contexto de la época en la que se encuadra.

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