Zinemaldia II. El retorno.

Enrique R.

Hemos vuelto a San Sebastián y en nuestra segunda incursión en el festival ha habido un poco de todo. La gran novedad de este año es que ya no había medidas covid, lo cual implica dos cosas:

1. No hace falta quedarse hasta el último segundo de los créditos finales para salir del cine de forma ordenada (bien).

2. No hay aforo reducido en las salas.

Esto último parecía indicar que sería más fácil encontrar hueco en las sesiones, pero aun así nos quedamos sin poder ver algunas de las que queríamos. Personalmente las que más me dolió perderme fueron Don’t worry darling de Olivia Wilde y As bestas de Sorogoyen. Habrá que verlas en Madrid.

El resto de las que teníamos en nuestro bien estudiado calendario pudimos conseguirlas en la jornada dedicada a sacar las entradas, unos juegos del hambre entre todos los acreditados en los que una semana antes del inicio del festival abren la web a las 9 de la mañana para que todo el mundo reserve las sesiones que quiera pueda.

Por lo demás todo sigue bastante parecido. Muchas películas al día, alguna rueda de prensa y los mismos pinchos de todos los años en los ratos libres. Ah, y los aplausos con la sintonía del festival al inicio de cada peli. Este año tenía menos punch la musiquilla.

Mi sesión favorita sigue siendo la de las 8:30 en el Kursaal, cuando todavía no tienes el cerebro frito de haber visto cuatro películas en idiomas que ni conoces y con alguna trama que no has logrado seguir. Fue en el K1 donde vimos algunas de nuestras favoritas como Winter boy, La maternal o Los reyes del mundo, que personalmente se me hizo un poco pesada al principio por el cansancio que llevaba, pero que amé después de escuchar a los chavales y a la directora en la rueda de prensa. Majísimos.

También hubo momentos para disfrutar del resto de salas. En el teatro Principal la gente estaba entregadísima a Triangle of sadness. Que empezara a las once de la noche y durara casi tres horas no solo no impidió que la gente se pasase la peli riendo, si no que hubo incluso aplausos en alguna escena. Muy divertida.

En los Principe vimos Suro, una de las más comentadas en nuestro grupo y que le gustará a cualquiera que disfrute de ver una relación caer en picado (sí soy). Allí también vimos el documental sobre Boyero (El crítico) más coloquio con él. Demasiado para mi gusto, la verdad. Este señor no da pa tanto.

La mayor ovación se la llevaron en el Victoria Eugenia las mujeres de El techo amarillo, las protagonistas de un documental que cuenta los abusos que sufrieron por dos de sus profesores durante su formación en Aula, una escuela de teatro de Lleida. Un buen rato de aplausos al acabar. Muy emocionante.

También ha habido tiempo para aburrirse con algunas películas, que no es oro todo lo que reluce. Y la ganadora en esta sección es sin duda Walk up. Gente hablando. Y las conversaciones tampoco son interesantes.

Una lección que pensé que había aprendido el año pasado con Spencer es no ver biopics de personajes históricos que no conozco a priori y no me causan mayor interés. Este año he vuelto a caer en la trampa con Corsage (Sisi emperatriz) y Blonde (Marylin Monroe). No vuelvo a caer en la trampa.

Lo que si pretendo repetir en próximos años son las noches de fiesta. Era nuestra cuenta pendiente del año pasado y este, sin covid, hemos podido quitarnos esa espinita. Además hemos podido ponernos cara entre algunos de nosotros y añadir al grupo a las Majas (que tienen la mejor newsletter de Madrid).

Eso lo mejor. Aunque haya habido que cancelar alguna sesión por la resaca. Aun así han sido veinte películas las que he visto, solo dos menos que el año pasado y habiendo ido un par de días menos. En proporción he mejorado, aunque creo que en global me gustaron más las de la edición anterior.

Anyway, qué bien que septiembre se haya convertido en el mes del festival de cine de San Sebastián. El año que viene más.

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