The father

Florian Zeller (2020)

 

The Father, una película que resulta realmente angustiosa por contarse desde el punto de vista del afectado por demencia senil. El trabajo de montaje y guion nos sumerge dentro de la mente de un problema muy extendido y que muchas veces se trata con ligereza debido a la edad. Por desgracia reconozco mucho de las escenas que se viven en esa casa. Se exponen de manera magnifica tanto los sentimientos del enfermo como todo lo que conlleva alrededor. Me quedo con el personaje de la hija, abrumada por la culpabilidad y la impotencia y lidiando con escenas de autentica crueldad. Quiere a su padre, claro que si, igual que en ocasiones le odia hasta el punto de imaginárselo asesinándolo.

Invita a la reflexión sobre que espacio debe ocupar un grupo de personas cada vez mayor. El sistema los aparta y los despoja de cualquier utilidad. En el mejor de los casos lo utilizara como estorbo del que poder generar algo de riqueza. Normalmente nadie esta a gusto en la situación, los hijos no son capaces de llevar a cabo la carga emocional que supone tomar decisiones que van en contra de la voluntad de las personas mayores dependientes. Ni se tiene el tiempo o el dinero para poder atenderlos como merecen. Por otro lado las opciones de los ancianos se ven avocadas muchas veces a esperar y a estímulos que no responden ni a su voluntad ni a su forma de ser. En una sociedad en la que cada vez se vive más gracias a los avances y las comodidades de los que gozamos no hemos sabido construir un espacio acorde para el tiempo ganado.

Al parecer el año que viene Florian Zeller estrenara otro largometraje, The Son, ambas son adaptaciones de obras de teatro homónimas escritas por él.

Obra digna de recordar.

Lo que hace grande a esta película, lo que serían sus puntos fuertes, son: la gran delicadeza con la que representa una idea tan sencilla y tan difícil al mismo tiempo. La puesta en escena es, sin lugar a dudas, brillante. Ahí nos damos cuenta de que algo sucede, ¿Nuestra mente nos juega una mala pasada? No, es el escenario y el guion los dos parámetros a través de los cuales nos introducimos en un viaje en el que, poco a poco, iremos viendo la luz. Y, en tercer lugar, Hopkins y Colman, dos titanes.

Para mí ‘The father’ está realizada con una inteligencia a la que no estamos muy habituados a ver en las películas. Solo hay un escenario pero el artificio hace que el aburrimiento nunca aparezca y que estés dentro toda la película. Preciso como el mecanismo de un reloj.

Recuerdo que la vi hace, más o menos, un año, en la carrera hacia los Oscar de 2021 y se convirtió en una de mis favoritas. Un año después, la revisión no ha defraudado y sabiendo todo desde un principio no ha perdido nada. Por una vez en la vida agradezco el momento caótico que se recorre en la primera mitad de la película. Qué maravilla.

Por último me gustaría lanzarte, a ti que me lees, una pregunta: ¿En qué momento de la película te diste cuenta?

Ha dado la casualidad de que en estos últimos meses he visto dos películas que se han estrenado este año: La hija y La abuela. Supongo que con The father cierro este inesperado ciclo familiar.

A diferencia de las otras dos, esta se me ha hecho muy dura de ver. Para la gente que ha convivido en algún momento con el Alzheimer es fácil reconocer algunos momentos que se dan en la película. En mi caso fue mi abuela la que lo padeció en sus últimos años y joder, siendo una mierda para todo el mundo, mientras veía la película me planteaba que posición es peor, si la de los familiares o la del propio afectado.

No sé si el padecer la enfermedad será similar a lo que representa la película (mi percepción es que el enfermo no es tan consciente de que algo va mal), pero desde luego que verla desde el punto de vista de Anthony es súper agobiante. Pocas cosas peores se me ocurren que acabar así.

En el otro lado está el familiar (en este caso la hija), que tiene que aprender a lidiar con que la otra persona, básicamente, deje de ser quien es. Y esa persona además es tu padre, una figura de autoridad, de apoyo durante toda tu vida. Un cambio de roles bastante jodido.

Supongo que como muchos de los que ya rondamos los 30, empiezo a ver a mis padres mayores. Y no mayores como cuando en el colegio veías a tus profesores y te parecían de otra época, no. Ese “mayor” ahora somos nosotros, pero nuestros padres ya empiezan a ser viejos. Muy duro esto. Es jodido ver una peli como esta y que de alguna forma coloques a tus padres en ese papel. Y si te pones a proyectar un poco más y te imaginas a ti mismo dentro de cincuenta años, más jodido aun, sólo siendo un estorbo para quien sea que esté a tu lado. Envejecer es que es una mierda, vamos. No entiendo a esa gente que dice que la vida tiene sentido gracias a que tiene un final. Iros a la mierda.

Y volviendo a la película, me parece todo una puta maravilla. Desde el guion y el montaje con todas esas escenas con conversaciones en bucle o personajes “cambiantes” que te desorientan como al protagonista, hasta la actuación de Don Anthony Hopkins, que me parece una sobrada de principio a fin.

Por señalar algún momento, me quedo con la escena en la que pregunta a su cuidadora si es una monja, por el tono que utiliza al hablarle de su medicación (“pastillita azul”) como si fuera retrasado. Un momento cómico que esconde algo de lo que hablaba Carmena el otro día en Estirando el chicle: la infantilización de la vejez. Cuenta como ella se empieza a dar cuenta de que la gente la ve como a una vieja cuando la empieza a hablar con diminutivos, como si fuera una niña pequeña.

Tampoco me puedo ir sin mencionar la escena final en la que Anthony está totalmente perdido y regresando a su infancia. No soy yo una persona que sepa apreciar especialmente una buena actuación, pero esto es que me parece un escándalo. Te hace dudar de si realmente el propio actor estará en un punto parecido al personaje. Pero no, el tío está estupendo a sus 83 años. Sube videos a sus redes sociales y todo.

Me despido con otra frase que ha hecho pupa. Una que le dice Anthony a una de las versiones de Paul:

Todos se acaban marchando tarde o temprano. Lo digo por experiencia”

Qué angustia de película. No lo pasaba tan mal viendo una película desde hace mucho. La manera de narrar el horror de la demencia senil desde el punto de vista del enfermo te encierra. El montaje consiguió lo que pretendía hacerme sentir como debe ser estar perdiendo la razón, estás viendo a ver cual es la siguiente incongruencia o confusión e intentado interpretar cual es la verdadera realidad fuera de la cabeza del enfermo.

Una vez vista me parece increíble como puede estar tan bien hilada y lo fácil que hubiera sido que con esta misma idea haber hecho un truño ininteligible. Se nota, para bien, que es una adaptación teatral y se trabaja sobre seguro. Este enfoque hace que tanto el guion como la interpretación y los cambios de escenarios hacen que la película respire bien y no te deje escapar.

Personalmente he tenido que lidiar con una situación parecida con una abuela y creo que capta muy bien las diferentes etapas de estos tipos de demencia: “crees que estoy gagá puedo vivir perfectamente sola” “necesito que vengas todos los días a echarme un ojo” “no necesito que nadie viva conmigo” el despachar y ser cruel con las cuidadoras, el drama familiar y el cansancio generalizado. Menos mal que cuando seamos viejos y sin pensión nos ‘eutanasiarán’ a la mínima de cambio y harán de nosotros Soylent Green. A este respecto, el papel de Olivia Colman es brutal, expone bien como debe de ser cuidar de un padre que no sabe dónde se está, es incapaz de retener las caras de las personas que le rodean y que puede pasar de ser un tipo encantador a ser un violento mamón sin previo aviso, en fin, terrorífico.

La única cosa que no me gustó, y sé que no tiene nada que ver con nada, fue el hilo musical de ópera, me trasladaba directamente a los anuncios de Seguros Ocaso, eso si que es espantoso

Anthony para tener ochenta y un mil años está también de 10, ojalá llegar a esa edad con la cabeza tan bien.

En resumen, una buena película, pero un bajón.

Vengo exigente a esta crítica. Apagué la TV dando cuatro estrellas, pasó un día y le bajé media, y unos días después, se queda en tres. La viví, me gustó, la sentí, la sufrí, la compré, pero no me conmovió. Lo siento por Florian Zeller, pero esto ha sido demasiado Hollywoodiense, alcanzando un nivel que al final ha hecho que no me emocione. Yo ya solo estoy hecha para documentales de cuatro horas.

Por cierto, ¿quién es Florian Zeller? Instintivamente pensé que, con ese nombre, estábamos ante una directora. Además todo encajaba: una película sobre enfermedad y cuidados; de cajón. Pues es un señor francés. Escritor. Y lo más importante, es su ópera prima. Hasta la fecha no había rodado nada más que un corto en 2008. ¿Cómo consigue una persona rodar para su primera película con semejantes actores y ganar dos Oscar (guion adaptado y actor)? No entiendo los poderes, favores, dineros, contactos. Esas cosas que en mi mundo pegadito al suelo no pasan.

Bueno, dicho todo esto, entro al fango con The Father. La verdad es que muy pocas películas logran explicar así de bien una enfermedad tan difícil. No deja claro los tiempos, los lugares, ni tan siquiera las personas. El juego de no saber si la hija se iba a Francia o no me ha parecido maravilloso. Pensaba que sería otra película más sobre cómo lidia alguien con una persona enferma (y no desmerezco estas películas, que me encantan todas), lo que no me esperaba es que nos contaran así de crudo lo que se siente estando enfermo. ¿Cómo se habrán documentado? ¿Alguien con demencia o Alzheimer es capaz de entenderlo y explicarlo, en algún momento de lucidez? ¿Cómo son esos momentos? También tiene que ser jodido hacer un papel de enfermo sabiendo que te puede ocurrir más pronto que tarde. Y el hecho de que hayan utilizado el nombre y la fecha de nacimiento reales de Anthony Hopkins da un poco de escalofrío.

Muy buenos también los créditos: “the woman”. Mujer misteriosa que hace varios papeles a la vez. Pasados los días ya no recuerdo cuántos papeles hacía, pero sí recuerdo la sensación de tenerla desubicada en mi cajón mental donde ordeno personas y recurro a lo que las define. Un poco “bicicleta, cuchara, manzana”. Pues en este caso el “Anthony, mayor, enfermo” o “Hija, cuidadora, supuesto viaje a París” no es extrapolable a “the woman”. Supongo que eso es otro punto a favor de la película: no recuerdo toda la trama, pero se mantiene la sensación de estar perdida.

Y al final, cómo no, todo se reduce a mamá.

Sí la recomendaría a la mayoría de mis conocidos. No es divertida de ver pero sí me ha parecido un film bastante necesario en la lista de películas que ver antes de morir de cualquier persona.

LO QUE SÍ:

El punto de vista me ha encantado. Al principio todo es confuso e interesante. Intentas averiguar qué sucede. Realmente te transmite la sensación de una persona con demencia.

Sobra hablar de Hopkins y Olivia, que lo petan y me encantan.

LO QUE NO:

La duración. Cuando ya llevas media peli, ya has cogido de qué va la cosa y lo has experimentado, ya sabes por donde va a seguir todo. Para mí hubiera funcionado mejor como un corto.

También me ha faltado algún punto más álgido en el drama, más explosivo o tenso, pero supongo que la vida es así a esa edad, poco sobresalto.

EL DATITO:

Inicialmente fue una obra de teatro. Zeller cambió el nombre del protagonista a Anthony para la película porque quería que lo interpretara Anthony Hopkins. Le salió bien la jugada.

EL MEME:

https://www.youtube.com/watch?v=gUbExnTKeYo&ab_channel=FamousTV

Bastantes veces a lo largo de The Father me he preguntado, ¿Qué es real y qué no? La confusión de personajes, unida a la puesta en escena en la que se entremezclan constantemente diferentes planos de interiores de pisos, con muchísimas puertas y con unas librerías y lámparas preciosas, por cierto, hace que estés casi igual de perdida que él.

Como no podía ser de otra manera, mención especial a Anthony Hopkins y a Olivia Colman. Este señor, a ratos un poco cascarrabias, a ratos divertido, me ha hecho sentir ternura, risa e incluso un poco de miedo. Imprescindible el retrato de la hija con el rol de cuidadora. Ella, sobre todo, me ha transmitido impotencia y desesperación perfectamente representada en la escena en la que se rompe la taza y aún se le vuelven a caer los pedazos, hasta que rompe a llorar. Bravo para los dos.

El retrato de la enfermedad y de la vejez me parece que se lleva con muchísimo tacto y sensibilidad, que no con sensiblería. Al ponernos en los ojos de él, hace que te sumerjas en su cabeza y sientas tanto la firmeza como la fragilidad y la falta de identidad, no puedes no vincularte. 

Aunque es cierto que es una película bastante dura y desgarradora y que te deja bastante revuelta, la he disfrutado mucho.

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