The deer hunter

Michael Cimino (1978)

 

En una entrevista realizada años antes de su fallecimiento, Michael Cimino comentaba cómo, en una ocasión, Steven Spielberg le preguntó a cerca de la escena de la ruleta rusa en El cazador, de cómo había logrado que provocara tanta tensión. El director de Tiburón se encontró con una respuesta seguramente distinta de lo que esperaba, pues la razón se encontraba en el tono de la dilatada escena de la boda: “Sin pasar antes por la boda, no habría ninguna tensión. Si quieres que la gente llore en una película, antes tienes que hacerles reír. Ahí está la tensión. Nadie quiere ver que le sucede algo malo a alguien que le cae bien”.

Quizás en estas palabras encontremos parte del verdadero espíritu de esta grandiosa película, que no es otro que el de retratar la accidentada existencia de un grupo de amigos. Y, para ello, es difícil no dejarse sorprender por la montaña rusa de emociones (guiño, guiño) que nos atrapa durante algo más de tres horas de duración. El cazador es, ante todo, una gran experiencia.

La película nos presenta a una carismática cuadrilla, obreros siderúrgicos y americanos de origen ruso radicados en un pequeño pueblo de Pennsylvania, cuyo destino se verá turbado por las experiencias de la guerra en Vietnam. Lo más importante que hay que saber de ellos, naturalmente, es que son una panda de borrachos irreprochables. Beben y celebran con furor, alegría y descontrol. El nivel de las melopeas es tan elevado, tan insuperable, que las temeridades al volante (acompañadas con un ciervo muerto en el capó) desembocan en un mágico momento de canción al piano, impregnado de catarsis y melancolía. Garrulos pero a la vez llenos de encanto. Bebedores de primera división.

El cazador posee la gran virtud de la contemplación. Es, como El padrino, una película en la que todo lo que se presencia, desde el acontecimiento más importante y sorprendente de la historia hasta lo más banal o accesorio, está impregnado de una energía absolutamente embaucadora. Todo tiene tanta verdad, y refleja con tanto naturalismo cada acción, que resulta fascinante y a la vez trascendente, repleto de atractivo. Hay películas largas que se te hacen cortas, y viceversa, y la razón por la que estamos ante el primero de los casos es porque El cazador tiene el hechizo del gran cine.

También es así, porque el filme está gobernado por los grandes temas que describen la condición humana, que lo convierten casi en una epopeya: en El cazador convergen tanto el amor, la pérdida y la soledad, como la tragedia de la guerra, la locura y la degradación absoluta del ser humano. Pero, sobre todo, es una película sobre la amistad, y sobre determinados vínculos insalvables e irresolubles establecidos tanto entre las personas, como entre ellas y los traumas que llevarán siempre incorporados.

Mención aparte merece la fotografía de Vilmos Zsigmond, tan empapada de belleza y de sugestión que es directamente responsable de que la película sea tan fascinante. Y, obviamente, también hay que hablar de Robert De Niro, que con cada matiz hace que me salga por un momento de la historia para admirar tanta grandeza interpretativa. Es alucinante la capacidad para que, con un sencillo gesto o mirada, seamos capaces de comprender todas las complejidades y emociones del personaje. Un actor inconmensurable que se encontraba en los mejores años de su carrera, imposibles de no dejar de admirar.

El cazador es tan triste, melancólica y escalofriante como bonita y cautivadora. Y consigue que, incluso cuando acabas de presenciar los sobrecogedores minutos finales, recuerdes igualmente aquella boda, lejana pero inolvidable, en la que lo único apetecible es acompañar a los invitados con una piscina de vodka y danza rusa. A esta película lo último que le digo es: ¡Nasdrovia!

La primera pregunta que se me viene a la cabeza cuando veo que una película dura tres horas es: ¿están justificadas? La respuesta en el caso de The deer hunter es un rotundo NO.

Se podría decir que está dividida en dos partes:

– Una película bélica bastante interesante y entretenida.

– Una boda totalmente insulsa e intrascendente.

En el global de la película diría que se impone la parte bélica, pero ese primer tramo es un lastre difícil de superar.

No me entra en la cabeza que haga falta una hora de boda para presentarte a los personajes (esto ya lo hizo The Rocky horror picture show y no le lleva más de diez minutos. Pa que luego digáis). Ni siquiera todo ese metraje te hace conectar especialmente con ellos. Planos eternos con coros eclesiásticos de fondo que solo añaden más y más minutos a un inicio soporífero. Me maten.

Superada esta parte, por fin podemos entretenernos con la película y dejar de mirar el reloj para ver cuánto queda. Sin comerlo ni beberlo de pronto estamos ante una película de Rambo de lo más trepidante. En pleno Vietnam y de una forma en la que no estamos acostumbrados, con nuestros personajes capturados y siendo torturados y utilizados como entretenimiento. La mejor parte de la película sin duda, o al menos la que yo más he disfrutado.

Para terminar tenemos el retorno a la vida normal al volver de Vietnam, con todas las secuelas físicas y psicológicas propias de una guerra. Un enfoque bastante original y realista. O eso supongo, porque ni he visto muchas pelis bélicas, ni tengo ni idea de como una experiencia así puede cambiarte. El caso es que me lo han vendido bien y lo he comprado. Bien por la peli, supongo que por eso se llevó el Oscar.

Y no por la boda.

  • TEST DE BECHDEL

¡Pues no lo pasa! Vaya, quien lo iba a decir cuando la peli trata del grupo de amigotes que se va a la guerra.

Sabias que…Tras el estreno de “The Deer Hunter”, se reportaron 28 casos de personas que murieron jugando a la ruleta rusa influenciados por las escenas de la película.

The deer hunter es una película conmovedora y dura. Lo que mas me ha gustado es como domina el tiempo; en la primera de las tres partes en la que podemos dividirla, la presentación de la pandilla de amigos, el pueblo y las costumbres locales es quizás la que mas se demora y mas larga puede parecer, sobre todo por la boda, pero luego acabas comprendiendo lo importante que es para el desarrollo de los personajes y para poder vivir con gran intensidad las otras dos partes, la guerra y el duro retorno a casa . Tiene la virtud de hacerte entrar como un colega mas y ser participe de las risas en el bar y del sufrimiento y el trauma después.

El tema que acontece no es nuevo ni mucho menos, quizás algo mas fresco en su momento, pero siempre impactante y hasta diría morboso descubrir las barbaries de las que somos capaces en ambientes de guerra y las repercusiones para los que son capaces de volver, y de volver en sus cabales.

Puesto que se trata de cine hollywoodiense no podemos evitar tener que tragarnos algo de patriotismo de bandera, el retrato del lado mas inhumano y despreciable e incluso avaricioso recae siempre del mismo bando y del otro solo habrá victimas y héroes de guerra. Aun así no tiene demasiada importancia puesto que la exposición del conflicto en si no es lo relevante y lo que intentara retratar en si sera la mismísima barbarie.

El reparto es auténticamente top y una buena oportunidad para ver a unos cuantos de los grandes en una etapa mas temprana de su carrera.

La canción “Cavatina” de John Williams nos acompañara durante todo el film y las últimas veces acabas disfrutándola como si de la bso de tu propia vida se tratase, magnifica.

Varias son las películas que se han realizado sobre el regreso y las consecuencias de la guerra –cualesquiera de las acontecidas-. A mí sobre este tema siempre me gusta quedarme con Los mejores años de nuestra vida del maravilloso William Wyller que narra las secuelas que sufren tres individuos tras volver de la Segunda Guerra Mundial a su, para ellos, nueva vida. Os la recomiendo, es tremebunda y reflexiva. Pero hoy no hablamos de ella sino, como habréis visto, de The deer hunter.

Película que era la primera vez que visionaba y… ¡no me ha podido gustar más! Ganadora de cinco Oscars quiero destacar, entre los demás, el otorgado a Christopher Walken pues considero que es el verdadero protagonista, el eje vertebrador de toda la película, la razón de ser, el halcón maltés, la piedra filosofal, rosebud. Perdón, es que salgo profunda e irrevocablemente –como decía Bella Swan en Crespúsculo al ver a Edward- enamorada de él. Le hace sombra al mismísimo De Niro quien no se llevó el Oscars, vaya, qué sorpresa.

Sabido por todxs es que no es una película sobre la guerra sino sobre la amistad así que no haré mayor hincapié en la idea. No voy a mentir a nadie, en cuanto le di al play pensé “Vamos a ver una machunada”, sigo creyéndolo porque, vamos a ver, ¿Lo de la caza? Es una excusa perfecta para igualar las sobredosis de amistad afectiva masculina. Me imagino a los guionistas preguntándose cómo subir la dosis de testosterona. Supongo que las machistadas que vemos a lo largo de la película era algo normal en la época, por lo que no contaban con ello. Tranquilxs ya vuelvo a silenciar a la feminista que soy.

Algo que me maravilla de The deer hunter es el ritmo. Dura tres horas, sí, a priori duelen, pero su excesivo metraje dibuja perfectamente el camino sabiendo cuando hacerlo con trazos finos y pausados y cuando con trazos gruesos y angustiosos. Escenas que quitan el aliento mezcladas con otras en las que recuperarlo. BRAVO.

Las escenas de caza a las que hacía alusión antes mezcladas con aquellas de juergas inciden en la pacífica vida del grupo de amigos que contrastará después con el camino que deciden tomar. Asistimos a las repercusiones del regreso de la guerra con el personaje de Mike (De Niro) momento de inflexión que actúa como contrapunto y consecuencia de la breve, en metraje, pero absolutamente precisa y demoledora descripción de la guerra.

No sé si pensaréis lo mismo pero veo a la ruleta rusa como una metáfora de la actitud estadounidense frente al conflicto, que vemos que es tratado con realismo. Lo más destacable de toda la película es el duelo final entre Mike y Nick (Walken) donde no sabemos si el verdadero premio, de este último, es la vida o la muerte.

Me gustaría terminar con una pequeña reflexión. Cuando Mike vuelve de Vietnam, escenas solitarias pero reveladoras, nos damos cuenta de que en ese pequeño pueblo todos han pasado página y sus vidas apenas se han alterado. En cambio nuestros protagonistas que decidieron implicarse hasta la médula en el conflicto por razones en las que no voy a entrar, nunca serán los mismos. Las experiencias traumáticas no se irán nunca, decidieron jugarse la vida “por un país” que ¿Dónde está cuando regresan? En el mismo punto erróneo.

Película brillante y emotiva, aunque excesivamente larga, que impresiona un contraste tan radical de un inicio sazonado del jolgorio y el bullicio de la más pura esencia juvenil, más inocente y fresca, frente a un final donde el más sepulcral de los silencios gobierna el alma de los protagonistas que han sido noqueados de la manera más contundente posible por la realidad más cruda y desamparada. Entre medias, el horror, la brutalidad, la ignominia de una guerra injusta e irrazonablemente apoyada por la gran farsa del patriotismo, dibujan un escenario tan groseramente salvaje que destrozan, no solo la vida de tres valientes jóvenes guiados por la ilusión del pundonor nacionalista típico americanos, sino la vida de todas las personas que les rodean.

El Cazador no es una película más de Vietnam, es una historia de amistad, de lealtad, de amor que se erigen frente a la monstruosidad y locura de la guerra de una manera honrada y emotiva.

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