Isle of dogs

Wes Anderson (2018)

 

Que no se pierdan las buenas costumbres en la inauguración de la nueva temporada del ECDC y es que soy al Stop Motion como Enrique a los musicales. Tirando del buscador de la web 2.0 he visto que esta es la cuarta peli que comentamos de Wes Anderson. Allá por el 2017, en la primera temporada, Rosa recomendaba Moonrise Kingdom (si estás leyendo, te echamos de menos Rosa) y ya más recientes yo mismo Fantastic Mr Fox y The french dispach. Así que del estilo del director ya hemos hablado bastante. Con Wes Anderson suele pasar que se escogen bandos o lo amas o te parece una idiotez sobrecargada.

Soy un enamorado del estilo y solo por disfrutar de la ingente cantidad de detalles ya tengo para verla varias veces emocionado como un niño. Además, creo que el Stop Motion puede ser la técnica que disimule más las carencias que pueda tener el fondo y los personajes. Aquí plantea una historia fácilmente trasladable a la sociedad, con un buen prólogo que nos mete en situación, pero que según transcurre la trama se convierte en algo bastante plano y previsible. De los personajes femeninos-caninos totalmente secundarios y únicamente de apoyo a nuestros héroes de cuatro patas es mejor no hablar. Muy mal Wes.

Siempre que veo algo de Stop Motion me lanzo a ver vídeos del making off como aficionado al modelismo que soy. El stop Motion es como un reducto romántico de la animación. Probablemente, se conseguirían resultados parecidos con una animación digital. Es cierto que el cine y las maquetas siempre han ido de la mano y todavía, aunque cada vez menos, es un recurso muy utilizado para abaratar costes y por sus buenos resultados. Un buen ejemplo son las impresionantes maquetas que se construyeron para la trilogía de El Señor de los Anillos. Andy Gent es la persona responsable de todos esos muñecos y maquetas que aparecen en Isle of dogs y en un vídeo cortito que os dejo al final le da énfasis a la realización artesanal de todas las piezas. Posiblemente, no se hubiera notado el uso de impresoras 3D para los modelos, pero espero que lo que haga la diferencia es que aunque imperceptible para el público ellos hayan gozado el proceso.

Las que me gustan nunca están en celo.

En la segunda película que realiza en stop-motion, Wes Anderson no deja de lado la estética, los planos, la manera en que trata los paisajes y el cuidado de los detalles. Todas estas características se han convertido en su sello personal. Aderezado con aparente sencillez y sensibilidad y unos toques de humor muy acertados.

Todo el tiempo maneja un trasfondo político que la convierte en una película crítica y llena de metáforas. Además, la forma en que representa a los personajes caninos es muy inteligente: son, prácticamente, humanos. Hablan, tienen personalidad, inquietudes, gustos…pero sin olvidar que son perros y atienden a su naturaleza.

De la estética de Wes Anderson poco hay que decir a estas alturas.

Otra parte importante, por supuesto, es el guion que tiene todos los componentes para seducir: es entretenida, aguda, tiene humor y el punto perfecto es la fantasía de hacer a los perros hablar. La intencionalidad de no doblar y/o subtitular a los personajes nipones deja de manifiesto de qué lado está, dichos personajes adoptan de esta manera tan sencilla el cariz negativo que transmiten. En definitiva, es un guión de una película de aventuras que profundiza en metáforas y en los personajes.

Wes Anderson no es santo de mi devoción pero cómo me gusta y qué bien lo hace al frente de una animación.

Amen a sus compañeres de vida peludes.

Comenzamos nueva temporada con recomendación de Jorge y vuelve el stop motion, las plastilinas y Wes Anderson. Clásicos suyos.

Después de The french dipatch tenía muy pocas esperanzas depositadas en esta, pero tras verla diría que es la película suya que más me ha gustado.

Los elementos que más suelen cansarme de Wes Anderson como la dispersión en sus tramas o el excesivo énfasis en la estética me parece que tienen menos peso del habitual y yo lo agradezco. Sin embargo la historia principal, además de ser realmente original, me ha parecido muy entretenida y con mucho ritmo, algo de lo que también suele cojear.

La animación me ha encantado y aunque mantiene esa estética suya tan reconocible, me da la sensación de que no está tan recargada como otras veces. Los perros están especialmente bien conseguidos.

Luego tiene otros detalles geniales como la narrativa a a través de traducciones del japonés incorporadas en la propia trama o la banda sonora, bastante sutil en la mayor parte de la película pero que nos deja temazos en un par de momentos.

Y no me quiero olvidar tampoco del sentido del humor que tiene, que me ha hecho reír en bastantes ocasiones con pequeños detalles o comentarios.

Una gran forma de empezar esta séptima temporada, si señor.

¡Estamos de vuelta en El Club del Cine! Otra temporada aguantando las películas de figuritas que nos propone Jorge, como si todavía no nos hubiera quedado claro lo mucho que le gustan. No pasa nada, hemos venido a este club a ver pelis que en un principio no veríamos. Cada uno tiene sus filias y las respetamos todas, al menos ahora, ya veremos cuando lleguemos a junio.

Lo primero que me ha llamado la atención al terminar esta película es que parece haber un acuerdo común respecto a su calidad. La vi y me pareció ok, está bien, entretenida, no me arrepiento de haberla visto y le concedo el mérito a la originalidad y el esfuerzo, pero tampoco me dio para más recorrido. Y resulta que Internet ha pactado endiosar a la isla de perros. Explicádmelo, por favor.

El diseño artístico y todo el aspecto visual son, como siempre, el punto fuerte de Wes Anderson, y en esta película se realza incluso más que de costumbre. Se marca una peli con figuritas que no paran de llorar (entrañables todas esas lágrimas) y de pelearse (entrañable también ese algodón que hace de polvo/humo) y sale bien parado, apoyado por una trama que tiene algo de carisma y un sonido y banda sonora destacable. Lo malo, como siempre, es que Wes Anderson no sabe hacer nada bonito sin empachar.

La primera mitad me tuvo realmente entretenida, amando con todo mi puro corazón a esos perretes y a ese mini piloto. Después se desinfló todo, creo que le vi algunas costuras como todo ese escenario japonés demasiado superficial. Tengo la sensación de que a Wes Anderson le gusta la estética japonesa y nos la coloca por todas partes pero tampoco va profundiza, aunque nos intente convencer de que está hablando de propaganda. La resolución del conflicto me interesó mucho menos que el planteamiento del mismo.

Lo que sí:

  • Evitar leer quién dobla a cada personaje para adivinarlo, el mejor juego.

  • Scarlett Johanson es sexy hasta en formato perro.

  • La democracia canina. Creo en ella hasta el final.

  • Tener que volver atrás varias veces porque me perdí conversaciones ya que estaba ensimismada en el escenario y lo que estaba pasando alrededor. Me parece positivo porque realmente me gustó todo el entorno.

Lo que no:

  • Las películas que no subtitulan algunos idiomas, que suelen ser asiáticos. En este caso había momentos justificados, pero la verdad es que la mayoría no lo son. Empiezo a pensar que es un tanto racista.

  • ¿Por qué no se alegran más Atari y Spots cuando se reencuentran? No lo entiendo

  • Todas las referencias a Akira Kurosawa que no he pillado porque no he visto ninguna de sus películas.

  • Una vez más los personajes femeninos de Wes Anderson son un verdadero bajón, sustituibles por un jarrón.

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