Esa semana en San Sebastián

Enrique R.

Me ha dado envidia Jorge y yo también he querido hacer referencia a alguna película del festival en el título, aunque esté bastante cogido con pinzas. La película en cuestión es Ese fin de semana y mira, al menos así la menciono, porque de otra forma iba a ser difícil. Típico drama familiar argentino que no se hizo especialmente duro porque duraba poco más de una hora pero que habré olvidado dentro de muy poco. Es una de las dos películas, junto a Aloners (o como diría en perfecto coreano una muchacha española que compartía pensión con nosotros: Hon-ja sa-neun sa-ram-deul), que vi de la sección Nuevos directores.

Y es que una de las múltiples cosas que he aprendido de cómo funciona un festival de cine (o al menos este) es que las películas compiten en distintas categorías. Nosotros, salvo las dos mencionadas y algunos escarceos en Zabaltegi-Tabakalera (películas sin restricciones de duración o estilo) decidimos centrarnos en las dos secciones más potentes a priori: Perlas (esta es jugar sobre seguro, ya que son películas premiadas en otros festivales) y la Sección oficial; la buena, la del morbo, las que compiten por la Concha de oro. Los 100 metros lisos del festival.

Y digo decidimos porque ese era nuestro plan, elaborado minuciosamente durante horas para cuadrar un calendario en el que cupieran prácticamente todas, hasta que una mezcla de mala suerte y desconocimiento nos hizo tener que improvisar un poco sobre la marcha.

Al final éramos nuevos en esto y se ha notado. Especialmente el primer día, que pese a lo importantes que nos sentimos al recoger nuestras acreditaciones sin tener que hacer la cola de los mortales, dejamos el contador de películas vistas a cero. Pese a todo, esas horas libres no se desperdiciaron y nos dio tiempo a marcar el check en la carrillera de La cuchara de San Telmo y en la tarta de queso de La viña. Puede que seamos novatos en el festival, pero no en Donosti.

A partir del segundo día ya empezamos a comprender el funcionamiento de todo y entramos de pleno en la rutina festivalera: despertador a las 6:45, hacer cola virtual para sacar las entradas del día siguiente como si de la vuelta de El canto del loco se tratase, desayuno rápido camino al Kursaal para el pase de las 8:30 y rueda de prensa con café cortesía de Nespresso. Las tardes no eran muy diferentes y básicamente se reducían a ver películas y a comer en los huecos que había entre ellas. Y según el cine que tocase, a veces incluso darse un buen paseo.

Contra todo pronóstico tanta tralla no se me hizo especialmente dura. Tal vez fuera la ilusión de la primera vez, pero apenas hubo películas que se me hicieran pesadas, incluso habiendo visto ese mismo día dos o tres más. También sorprendentemente, mi pase favorito era el de las 8:30, el del madrugón, sin ser yo nada de eso. Aunque en esto seguramente influya el K1, la sala principal del Kursaal, que nos dejó realmente impresionados por su magnitud. Mención especial al ritual que se da al inicio de cada película, en el que toda la gente motivada aplaude al ritmo de la sintonía del festival, que suena antes de cada visionado. Doy por hecho que es una tradición que se repite cada año y por alguna razón solo ocurre en esta sala. Algunos intrépidos se intentaban arrancar en otros cines, pero nadie les seguía y se quedaba en un momento ridículo. Más ridículo que el otro, quiero decir.

Este es solo un pequeño ejemplo de como vive la gente el festival, pero se nota que es un evento que cala en toda la ciudad y lo habitual durante estos días es ver por la calle a gente hablando de cine, comentando esta o aquella película. Y no sólo a los más eruditos, que obviamente los hay y dan un poco de pereza, sino que no es raro, por ejemplo, ver a gente mayor salir de casa para ver si hay hueco en alguna película del festival. Una lástima que quizás este año se haya visto mermado en este aspecto por la pandemia, tanto por el aforo en las salas como por el método de compra de entradas virtual, prácticamente inaccesible para las generaciones menos tecnológicas.

Esto sumado al ya de por sí buen ambiente que hay en San Sebastián, pues lo hace un planazo, ciertamente. Y es que no se por qué, pero en esa ciudad todo el mundo es majísimo. Los camareros, los acomodadores, los miembros del festival, la casera del alojamiento…Todos, menos la hija de puta de la taquilla de los cines Príncipe, que nos trató como a auténticos locos y con todo su desprecio por preguntar si habían cancelado alguna entrada para una película, algo que supuestamente estaba contemplado por el festival.

Total, que no pudimos ver Competencia oficial, que era una de las que más ganas teníamos. Y no fue la única que se nos quedó en el tintero, también quedaron pendientes otras como Titane y Les illusions perdues, que espero verlas pronto. En cierta forma será como un epílogo del festival, así que me hace especial ilusión ir al cine a verlas.

Respecto a las que sí vi, lo primero que hay que decir es que fueron muchas. Concretamente veinte. Es con diferencia el mayor atracón de películas que me he pegado en mi vida y lo mejor de todo es que salí satisfecho. Cierto es que hubo algún caso, como Drive my car, que se me hizo muy cuesta arriba, pero es que ponte tu a ver algo de tres horas, a las diez de la noche, después de haber visto otras dos películas esa tarde. No es fácil ni viniendo de El buen patrón, que es de lo más light que hubo en el festival (o como dijo un hombre delante mía, un pelotazo en taquilla).

Pero también hubo pelis que disfruté, como Maixabel, Camila saldrá esta noche o Red Rocket. Pequeñas decepciones como la nueva de Sorrentino e incluso algún guilty pleasure (La hija).

No entro más en detalle porque pronto llegarán las críticas de las películas y ya habrá espacio ahí para cada una, pero el balance global sin duda es positivo. No solo de las películas sino del festival en general, que ha superado con creces mis expectativas y que espero repetir más años. Sólo me queda una espinita clavada y es no haberme infiltrado en alguna fiesta de famosos. Confío en que el año que viene, sin covid, sea posible. Preparaos, Javis.

 

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